UN
PUNTO DE INFLEXIÓN
UN
SALTO EN LA MOVILIZACIÓN OBRERA Y POPULAR
El
pasado 22 de marzo una enorme marea humana cubrió el tramo desde
Atocha hasta la Plaza de Colón en Madrid, alrededor de tres
kilómetros. Se trataba del punto de llegada de una riada de marchas
a pie que desde distintos puntos de la geografía peninsular,
caminaban en protesta contra la oleada de ataques contra las clases
populares. Por trabajo, por pan, por vivienda, los más diversos
colectivos y una masa de gente a título individual se han movilizado
contundentemente contra las políticas antiobreras y antipopulares
del gobierno y la UE.
Una
gran movilización obrera contra el ajuste y los recortes
No
nos vamos a meter en la polémica de si se alcanzó el millón o se
acercó a los dos. En cualquier caso, no
hay duda de que fue la manifestación más grande de los últimos 30
años.
El número de manifestantes no sólo desbordó las previsiones del
gobierno sino también las de los organizadores, incluso los más
optimistas. Pero, con ser tan importante el número, la cantidad, más
importante aún es la calidad. Ha sido una
impresionante movilización obrera contra el gobierno.
Llevamos
tiempo denunciando que la mayoría de las organizaciones de
izquierda y populares intentan
imponerle al movimiento de masas una ideología aclasista, la de la
“ciudadanía”.
Que una y otra vez intentan obviar el carácter de clase burgués,
capitalista de las medidas antipopulares que todos los gobiernos
vienen aplicando, así como el carácter de clase, proletario, de la
salida en interés de los sectores populares, que no puede ser más
que anticapitalista, socialista. En lugar de esto, critican las
medidas como “neoliberales”, aplicadas por “políticos
corruptos” y la salida que levantan es “democrática”, pero
tácitamente capitalista.
En
esta vena, recordamos cuando Democracia Real Ya y el 15M inicial, con
la complicidad de gran parte de la izquierda, se oponía a las
banderas, a “todas las banderas” en las manifestaciones. De
hecho, se oponían a las banderas rojas y rojinegras, que representan
a la clase trabajadora, y a las banderas tricolores que simbolizaban
un auténtico cambio de régimen y no un anémico “cambio de ley
electoral”.
En
el caso concreto de las Marchas del 22M, habíamos
criticado
que el centro de la movilización no fuera tirar a un gobierno
como éste, no sólo el más antiobrero desde el franquismo sino
también un gobierno que está en crisis con su propia base y
sacudido por escándalos de corrupción. Decíamos que la consigna
“tirar al gobierno” no estaba en el manifiesto ni en los
múltiples llamamientos a las marchas (se decía “que se vayan los
gobiernos de la Troika” lo que no es un llamamiento a tirarlo ya).
Incluso la discusión interna en la organización de las Marchas que
dio lugar a la formación de una columna “alternativa”, “de
clase” (formada por CGT, Co.Bas, Solidaridad Obrera, Marchas
Obreras y otros) era sobre si sacar o no la consigna Huelga General,
que en cualquier caso, nosotros también apoyamos, pero ni se
mencionaba “abajo el gobierno”.
Sin
embargo, los y las asistentes a la marcha lo tenían claro. A
todo lo largo y ancho de la marcha atronaban los gritos “no hay
otra manera, con la patronal o con la clase obrera”, “hace falta
ya otra huelga general” y “abajo el gobierno, abajo Rajoy”.
Eso en una marcha donde las banderas nacionales y territoriales
(extremeñas, andaluzas, catalanas, vascas) asomaban sobre un fondo
tricolor, rojo y rojinegro, es decir, republicano y de clase. De
hecho, todas las intervenciones del atropellado cierre giraron en
torno a esta idea: ¡Abajo el gobierno!
Este
aspecto superestructural, de las consignas, pancartas, ideología de
las Marchas, se correspondía con su carácter social. Nadie ha hecho
una encuesta, pero resultaba
bastante evidente que
la Marcha era abrumadoramente obrera,
con un componente de trabajadores manuales muy elevado, frente a
otros sectores como empleados, clase media asalariada, estudiantes,
etc (aunque todos estos sectores populares también estuvieran
abundantemente presentes y nos alegramos por ello). Aunque todavía
queda mucho por ver en lo que se refiere al despertar de la clase
obrera, es innegable que una parte sustancial de su vanguardia
consciente, perteneciente a distintos sindicatos y partidos, estuvo
presente en la movilización.
En
resumen, fue una
inmensa movilización obrera, de clase, contra las medidas del
gobierno, pidiendo formas obreras de lucha - huelga general - y
encaminada no a hacer rectificar al gobierno sino a tirarlo. ¡El 22M
marca el camino a seguir para el movimiento de masas!
El
simbólico apagón informativo: el 22M, un régimen agoniza, otro
nace
Todos
los medios de comunicación ligados al gobierno (que son la mayoría),
en papel o en las ondas, silenciaron las marchas durante toda la
semana, mientras iban avanzando desde los cuatro puntos cardinales
hacia Madrid. Y el mismo sábado las silenciaron “matando”
prematuramente a Adolfo Suárez.
Sin
embargo resulta muy simbólica esta yuxtaposición. Ante la
conciencia de sectores de masas los dos hechos resultaron
simultáneos: la muerte del principal organizador de la “transición”,
del actual régimen pseudodemocrático, monárquico, heredero del
franquismo, se produce cuando a la vez que se realiza la
manifestación más grande que se recuerda, una que, mientras
formalmente exigía un nuevo proceso constituyente, estaba cubierta
por una marea de banderas tricolores nunca vista.
Es
simbólico porque estamos
viviendo un proceso acelerado de descomposición de los elementos
fundamentales del régimen que Suaréz ayudó a crear:
la Monarquía vive sus horas más bajas, el carácter indivisible del
estado se ve desafiado por la “consulta” catalana, los órganos
ejecutivos y legislativos -gobiernos y parlamentos central y
autonómicos- viven su momento de máximo descrédito, sólo los
jueces “justicieros” han salvado al poder judicial se caer en el
mismo saco, etc. Si en 2011 había quien pedía no enarbolar la
bandera republicana porque “divide” ahora sólo divide quien no
la levanta.
Altercados
al final de la manifestación: el miedo cambió de bando.
Naturalmente,
al final de la manifestación hubo altercados con la policía. No
podía ser de otra manera. Por un lado, es lógico que haya sectores
del movimiento de masas que quieran manifestar su odio por las
fuerzas represivas que se están empleando tan a fondo contra
cualquier manifestación popular. Por otro lado el gobierno
necesitaba altercados, no cualquiera sino graves y no a cualquier
hora sino en el momento en que comenzaban los informativos
televisivos. Ellos saben que su base electoral, toda esa gente de
“orden” que empieza a intranquilizarse por los efectos de los
recortes y los escándalos de la corrupción, son muy sensibles a
estas cosas y se los puede ganar de nuevo metiéndoles el miedo en el
cuerpo a los “radicales” de “extrema izquierda”. Por eso las
cargas policiales comenzaron cuando aún no había acabado la marcha,
dentro del horario “legalizado”.
Es
posible que en los acontecimientos haya tenido un papel la
provocación. El nuevo grupo falangista (que no “anarquista” como
erróneamente dicen algunos) que ha montado Ynestrillas alardea de
haber participado. Pero es incontestable que la mayoría de los que
participaron eran manifestantes. Y no hay porqué avergonzarse. Lo
cualitativo es que, sean cuales sean las cifras exactas, hubo
más policías heridos que manifestantes. Como
decía uno de los lemas de las Marchas:
“el miedo ha cambiado de bando”.
Las
direcciones de CCOO y UGT: esquirolaje abierto contra la creciente
movilización
Uno
de los aspectos más destacados de las marchas ha sido su
masividad conseguida a pesar de haberse organizado todo por fuera de
CCOO y UGT.
Y esto es destacado porque la creciente movilización no ha afectado
a lo más mínimo a un hecho que sigue siendo un dato estable de la
realidad: estas dos
centrales sindicales siguen abarcando a la inmensa mayoría del
movimiento obrero organizado,
especialmente el industrial.
CCOO
y UGT no apoyaron abiertamente con sus siglas las marchas.
Reflejando la división interna que se manifestó en las reuniones de
sus organismos de dirección, no se opusieron públicamente a las
marchas, las llegaron a convocar vergonzantemente mediante su sello
vacío, la “Cumbre Social”, y permitieron que federaciones o
uniones locales enteras montaran autobuses. Muchísimos afiliados de
CCOO asistieron a las Marchas, pero generalmente con pocos o ningún
distintivo.
Sin
embargo, los dirigentes de ambas centrales, Toxo y Méndez,
perpetraron la misma semana antes de las marchas, un atentado contra
ellas. Mientras
lo más granado del movimiento obrero y popular del estado se
manifestaba para rechazar de plano todas las medidas y al mismo
gobierno, Toxo y Méndez se reunían con Rajoy y Fátima Báñez.
Cuando la paciencia de sectores crecientes del movimiento de masas se
desbordaba, ellos se sentaban con un nerviosísimo Rajoy para
“hablar”. Es que nada aterroriza más a los burócratas que el
repunte de la movilización.
Los
dirigentes de CCOO, como parte del “rearme” de su sindicato
frente a la campaña mediática en su contra, han convocado una
asamblea de delegados en Madrid para el día 5 de abril. Desde luego,
es criticable convocar una asamblea de delegados, además en
solitario (UGT convocó la suya el pasado 15 de marzo) como sustituto
de una movilización. Además, es evidente que su intención es que
esta asamblea de delegados sea un simple mitin de Toxo y algún otro
jefecillo. No obstante, es una oportunidad para que aquellos
delegados más cercanos a la base intenten hacerse oír. Nos parece
que los ejes fundamentales que deben levantar son: la única defensa
contra las medidas del gobierno, la única defensa contra la campaña
mediática antisindical, es la ofensiva. Contra
la reforma laboral, contra los recortes, movilización, no
negociación con el gobierno.
Contra la campaña mediática, cortar la raíz de la corrupción: no
firmar ERE´s sino luchar por el mantenimiento de los puestos de
trabajo,
no al aparato hipertrofiado financiado por el estado sino
vivir de las cotizaciones,
no a la burocracia vitalicia privilegiada, duración
determinada de los cargos y rendir cuentas a la base.
Todo
esto es importante, pero en realidad no se podrá cumplir más que
derribando
a la actual dirección de CCOO,
la dirección Toxista, exGutierrista, exFidalguista, y sustituyéndola
por una dirección de lucha e independiente del estado. Eso sólo
podrá hacerse en un congreso de las bases.
Y estaría en el camino de la unidad, hacia la central
única de trabajadores, de clase, democrática, unitaria,
independiente de la patronal y el estado,
que surgirá de la eliminación de la burocracia y la unificación de
todos los sectores clasistas de los sindicatos.
La
clase obrera y la movilización
El
punto débil de la movilización que avanza es que precisamente el
único sector social que podría dar dirección al conjunto del
movimiento de masas no se encuentra a la vanguardia. Desde 2011 hemos
asistido a una explosión de movilizaciones, manifestaciones,
marchas, escraches, ocupaciones, concentraciones, etc. Pero
el número de huelgas sigue siendo muy bajo. Es un revelador de que
la clase obrera industrial no se está movilizando en sus lugares de
trabajo (aunque
individualmente
muchos obreros participan en las movilizaciones, es falso contraponer
una supuesta apatía obrera frente a las clases medias asalariadas
movilizadas).
Por
eso, el
impulso a la participación obrera en las movilizaciones generales,
el impulso por desarrollar movimientos en el ámbito sindical,
en defensa de las conquistas de los convenios caídos, contra los
despidos, cierres y la precariedad, en solidaridad con las luchas
largas y porfiadas como las de Panrico y Coca Cola, etc, son
tareas que tienen una jerarquía especial para el sector de la
vanguardia que se considere auténticamente anticapitalista,
que no aspire sólo a “refundar la democracia” sino a tirar al
sistema.
Y
ahora, ¿qué?
El
22M ha sido un punto culminante y en ese sentido, irrepetible. Pero
es necesario ver qué hacer ahora o se dilapidará lo conseguido del
mismo modo que CCOO y UGT nos tiene acostumbrados tras cada gran
huelga general.
Detrás
de las Marchas no hay una gran fuerza organizativa. La coordinadora
que asumió la organización no tiene entidad propia fuera de las
organizaciones que la componen. Y estas (SAT, Podemos, Frente
Cívico-Somos Mayoría...) están dedicadas sobre todo a las
elecciones europeas que están cercanas.
No
es así con la CGT. Ésta levanta como tarea central la huelga
general. CGT siempre levanta huelga general como solución para todo.
Naturalmente que estaría bien avanzar hacia una huelga general. Pero
la CGT no da ninguna alternativa fuera de la simple lucha
reivindicativa contra el gobierno. Su prejuicio “antipolítico”
no muestra más claramente su contenido reformista que en este
momento, cuando en la práctica se erige en oposición a buscar una
alternativa política. Todas sus excusas sobre “todos son iguales”
acaban significando que no plantean otra cosa, fuera de los finales
líricos de los panfletos, que limitar
las medidas del gobierno.
Entonces,
¿cual es la tarea central en este momento?
De
lo que se trata es de continuar la movilización lo más unitaria
posible con el objetivo de tirar al gobierno.
Lo cualitativo es ir a movilizaciones cada vez más masivas, que
abarquen a sectores sociales crecientes. Lo cualitativo es mover
incluso a los que siguen quietos, es tomar las calles, es hacer
crecer el movimiento huelguístico. Dicho de otra manera: lo
cualitativo es fortalecer el frente único obrero, la unidad de clase
de todos los sectores y organizaciones de la clase trabajadora y su
alianza con todos los sectores populares.
Y
por lo tanto, no es lo cualitativo, no es la tarea del momento que
las acciones sean “más radicales”, más “sacrificadas”, más
“contundentes”, y por lo tanto, más minoritarias. No estamos en
una situación de retroceso donde se trate de salvar el honor frente
a la marea reaccionaria, sino todo lo contrario. Estamos en una
situación donde el despertar de capas nuevas está a la orden del
día, donde lo que está planteado como posibilidad es aumentar aún
más la masividad del movimiento, ya que hay
grandes sectores de la clase trabajadora que aún no han entrado en
la lucha y parecen estar a punto de hacerlo.
Sin
embargo, la
política de CCOO y UGT,
que vuelven a la vía de la negociación con el gobierno, como
la del PSOE,
que consiste en no moverse hasta las elecciones generales del 2015,
son el
más acabado sabotaje a la movilización.
En cuanto a IU, su participación en el gobierno andaluz con el PSOE
aplicando los recortes vacía de contenido sus pretensiones de
representar una alternativa. El
repudio a esta vía negociadora, la exigencia de romper las
conversaciones, el clamor por una huelga general unitaria, tienen que
ser señas de identidad del movimiento.
Forzosamente van a acabar por reflejarse en el interior de los dos
grandes aparatos burocráticos.
Entonces
de lo
que se trata es de montar el más masivo movimiento, huelguístico y
en las calles, para tirar al gobierno.
Y ¿qué pasaría si lo logramos, si
el gobierno de Rajoy cayera por la movilización? Pues sería un
triunfo mayúsculo de las masas.
No habría que confundirse por las circunstancias concretas en las
que se produzca. Seguramente la movilización que le de la puntilla
no sería la mayor del período sino la que finalmente rompe su
resistencia.
No implicaría la destrucción del PP,
ya que seguramente se recompondría como pueda para presentar otra
alternativa. No
sería sustituido por un gobierno de los trabajadores
sino por alguna otra variante de recambio burguesa, incluyendo
seguramente a la “izquierda”.
Pero
lo que hay que comprender es la
diferencia cualitativa que habría entre que el PP cayera por la
movilización y por las elecciones.
En el primer caso, el impulso, la inyección de confianza que tendría
el movimiento de masas sería incomparable con el segundo. La
objeción de “que más da, si el único sucesor que puede tener
Rajoy sería otro gobierno burgués” no es sólo estúpida, en
realidad es una
defensa velada del status quo.
Pero
la caída del gobierno pondría sobre el tapete con mayor agudeza aún
si cabe el problema de los problemas, el
problema de una alternativa obrera de poder.
Nosotros no escondemos nuestra opinión: la teoría y la experiencia
histórica nos hace pensar que sólo
por medios insurreccionales puede la clase trabajadora hacerse con el
poder.
Y que sólo si la clase trabajadora forja un instrumento apropiado
para la tarea, puede conseguirlo. Tal instrumento no puede ser otro
que un partido
obrero comunista internacionalista,
una unión democráticamente centralizada de la vanguardia obrera
alrededor de un programa marxista, un
partido que sea la sección local del Partido Mundial de la
Revolución Social, la IVª Internacional reconstruida.
Pero
la crisis política se desarrolla a una velocidad que hace inviable
simplemente recitar esta receta. Es
necesario ir avanzando en construir un polo obrero y
socialista-comunista que se convierta en alternativa para las grandes
masas movilizadas que buscan una salida. No se trata tanto de la
“unidad” por la “unidad” sin base de clase y sin programa,
sino de ir avanzando en alguna estructura organizativa que pudiera
unir a
sectores de la vanguardia obrera alrededor de un programa de clase,
democrático y anticapitalista.
No tiene sentido concretar más: sólo los acontecimientos pueden
dotar a este programa de carne y sangre. Ayudar a que se de desde
nuestra humilde capacidad es la tarea que nos marcamos.
Grupo
de Comunistas Internacionalistas.
2
de Abril 2014
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