¿Crisis
capitalista? ¡crisis del capitalismo!
Hay
que acabar con la propiedad privada y el trabajo asalariado
No
queda nada de las promesas electorales de Rajoy. Desde no subir los
impuestos a que no iba a facilitar el despido. De que iba a
recortarlo todo menos salud y educación a que no iba a subir el IVA.
No importa el rápido desgaste que le produce -elecciones andaluzas-
Rajoy lanza su ataque frontal contra todas las conquistas históricas
de la clase trabajadora, incluyendo las que alcanzan también a la
clase media asalariada y la pequeña burguesía. Defiende a los
accionistas de esa empresa depredadora, REPSOL-YPF cuando, en su
derecho de hacerlo, Argentina da pasos para recuperar ell control de
sus recursos naturales, pero no defiende a los trabajadores, los
parados, los pensionistas. Para ellos, reforma laboral, copago
sanitario y lo que haga falta.
Se
dirá “esto es la derecha”. Y es cierto. Pero también lo es que,
tras dos años mirando para otro lado, aplicando una política
keynesiana, Zapatero se lanzó desde 2010 por la misma vía. Como es
cierto que todos -todos- los gobiernos europeos, los de países medio
hundidos y “rescatados” igual que los de los países “que van
bien”, aplican las mismas medidas. Sarkozy va a perder, pero
Hollande va a aplicar la misma política.
No
hay otra forma de salvar al euro del ataque especulativo de los
“mercados”. No es un capricho, es totalmente inutil sermonear a
la clase dominante con charlas sobre que con esta política están
estrangulando el crecimiento, que al bajar las rentas de las clases
bajas nadie comprará los productos, etc, es decir, argumentando a
favor del keynesianismo en bancarrota. No, la burguesía no actúa
así por cerrazón ideológica. Aunque en Europa la necesidad de
salvar el montaje del euro, de sobreponerse a la crisis de la deuda
soberana, les fuerce a pasarse, en todos los países lo que está a
la orden del día son las privatizaciones, los recortes sociales, la
precarización del empleo, la bajada de sueldos. No hay un sólo país
donde se avance en conquistas sociales. Y esto es así desde finales
de los años setenta. Ni siquiera el “miniboom” de los noventa
cambió la tendencia.
Es
que la burguesía mundial, tanto de los países imperialistas como de
los dependendientes, comprende que la crisis capitalista es, por
debajo de las burbujas que estallan y la hipertrofia financiera, una
crisis de rentabilidad. La única solución de fondo que encuentran
es aumentar la tasa de explotación. No hay apenas otra forma de
elevar la tasa de beneficio hasta un nivel que permita que recomience
la acumulación. Y aumentar la explotación no es sólo aumentar la
jornada, disminuir el salario directo, precarizar. También es
disminuir el salario indirecto -sanidad, enseñanza y otros servicios
públicos- y el diferido -atacar las pensiones. Todos los recortes se
resumen en reducir la parte de la renta nacional que va a la clase
trabajadora para aumentar la porción de las rentas, intereses y
beneficios del capital.
Los
defensores del capitalismo nos dicen que es necesario “el
crecimiento” para aumentar el nivel de vida. Se pelean sobre si
para retomar ese crecimiento es necesario seguir con la austeridad o
si ya habría que darle un estímulo estatal. Pero en realidad, es al
revés: La
premisa para retomar la acumulación capitalista es un aumento
astronómico de la explotación. Sólo la extensión sin límites de
la miseria, acompañada de la sobreexplotación del planeta, podría
-sólo podría- permitir la reanudación de la acumulación del
capital.
Porque en el capitalismo, no hay “crecimiento” sin acumulación
de capital, acumulación de riqueza en un polo de la sociedad, de
miseria y sufrimiento en el otro.
Desde
luego, la clase trabajadora debe defender con uñas y dientes todas
las conquistas de su lucha anterior. Desde luego, esto exige la
unidad más amplia de las fuerzas obreras y populares. Exige un plan
de lucha que una las reivindicaciones económicas con las
democráticas.
Las
reivindicaciones económicas porque sin salarios dignos, sin
seguridad en el empleo, sin reducción de la jornada para conseguir
el pleno empleo, sin bajar la edad de jubilación, con pensión
digna, sin enseñanza y sanidad públicas, gratuitas y de calidad, la
clase trabajadora queda reducida a una capa de parias.
Las
reivindicaciones democráticas, porque mientras el Rey se va de
cacería de animales en peligro para ligar sin problemas, se detiene
a sindicalistas por luchar contra los ataques del gobierno, como en
Catalunya, donde la policía entró en la fábrica SEAT de Martorell
a detener a sendos líderes de CCOO y UGT, o han detenido a la
secretaria de organización de la CGT catalana. O la guardia civil
desaloja la finca de Somontes, ocupada por jornaleros, un desalojo
ordenado por el mismo PSOE con el que IU se apresta a gobernar en
Andalucía. Porque esta falsa democracia que da mayoría absoluta a
una minoría de la población y que sólo ofrece paro, precariedad o
policía variada a la clase que realmente crea la riqueza cada vez
está más desenmascarada como lo que es, una forma de gobierno del
gran capital.
¿Qué
hacer?
¡Volver
a poner al comunismo en la agenda!
Pero
ninguna “democracia”, ninguna conquista “sindical” que deje
en pie el sistema de la propiedad privada y el salariado ofrece una
salida de fondo. Lo que hace falta no es reformar el sistema, sino
cambiar de sistema. Hace falta levantar una serie de medidas de
carácter transitorio, que la situación exige o exigirá, pero que
no se sostienen por sí mismas, sino que abren un camino hacia otro
sistema. Hablamos de la escala móvil de salarios y de jornada
laboral, hablamos del control obrero, con derecho de veto de los
trabajadores contra las decisiones patronales. Hablamos de la
autodefensa contra las agresiones fascistas, uniformadas o no. De
acompañarlo negándose a pagar la deuda asfixiante no contraída por
el pueblo, para salvar una moneda que desde su inicio ha sido un
instrumento de erosión de las conquistas populares.Y hablamos de un
gobierno de los trabajadores, único capaz de aplicar estas medidas.
Pero ¿quién se plantea esto?
El
1º de mayo es el día de la clase trabajadora. Es un día surgido de
una lucha concreta, por la jornada laboral de 8 horas. Pero también
es un día donde el movimiento obrero se moviliza como tal, como un
movimiento de clase, no ciudadano, pero como un movimiento no
estrechamente corporativo, sino que plantea una alternativa de
sociedad. Y esa alternativa se llama socialismo – comunismo. Aunque
la mayoría de las organizaciones obreras la hayan abandonado.
Si
hay algo de verdad en la noción de
“fin de la historia” de Francis Fukuyama, es la “izquierda”
quien se empeña en conferírsela. Él dijo que con la “caída del
comunismo” (en realidad, el colapso del stalinismo), se “acababa
la historia”, no en el sentido de que ya no pasaran más cosas,
sino en el sentido de que ya sólo serían “más de lo mismo“. Se
ha llegado, decía, al objetivo máximo del desarrollo humano, la
democracia liberal capitalista. Las únicas alternativas que se
ofrecen o bien son sólo territoriales, no sistémicas -nacionalismo-
o bien son regresiones a estados anteriores -fundamentalismo
islámico.
Aunque
sea bajo protesta, la inmensa mayoría de la “izquierda mundial”
sigue este guión. Y lo hace desde mucho antes de la caída del muro
de Berlín. No se presenta como la portadora de un nuevo sistema, lo
que significaba comunismo en el siglo XIX, la sociedad de los
productores y productoras asociados, de la producción colectiva
planificada, sin mercancía, sin dinero, sin estado, sin opresión
sexual, racial o nacional. Ni se presenta como portavoz de la clase
social cuya posición en esta sociedad la convierte en capaz de
asumir y de realizar este proyecto por sus propios intereses y no por
“idealismo”, la clase trabajadora asalariada.
No,
la izquierda ya no habla de socialismo, menos aún de comunismo. Y si
habla, lo identifica con la simple estatización de la propiedad
manteniendo el salario y el dinero (y el estado, con su policía y su
policía secreta). El enemigo no es la propiedad privada, sino una
forma de propiedad privada, el “imperialismo”. En nombre de la
lucha contra éste está siempre dispuesta a alinearse con cualquier
capitalismo atrasado, igualmente rapaz. Unos se han unido a las
políticas impulsadas por la burguesía mundial (con escasa
diferencia entre si es “imperialista” o “dependiente”), otros
posan como “opositores”, planteando políticas distintas, pero
dentro del sistema, planteando las políticas que el capital aplicó
en la época del boom, cuando las condiciones eran radicalmente
distintas. “Contra el neoliberalismo”, “defender el estado del
bienestar”, lo que sea. Menos el socialismo.
Es
urgente reconstruir el “Partido Mundial de la Revolución Social”:
la IVª Internacional
La
IVª Internacional se fundó en 1938, en pleno apogeo de la locura,
cuando el stalinismo enterraba la revolución proletaria, cuando el
fascismo enterraba la democracia, cuando el capitalismo se aprestaba
a una nueva carnicería mundial. Se fundó para mantener las más
preciadas tradiciones del movimiento obrero. Para defender la
perspectiva obrera, revolucionaria, internacionalista, comunista,
frente a la traición de la socialdemocracia y el stalinismo, por no
hablar del anarquismo, en ese momento en el gobierno burgués en
España. En suma, para defender las lecciones del período
revolucionario abierto tras la Iª Guerra Mundial y la Revolución de
Octubre en Rusia, que se había cerrado con el triunfo de la
contrarrevolución stalinista y fascista.
Pero
no fue capaz de cumplir su tarea. La crisis de dislocación de la IVª
Internacional en los años 1950´s se debió sobre todo a que fue
incapaz de mantenerse en ese programa, a que acabó siendo una
comparsa “izquierdista” de las distintas corrientes stalinistas,
sindicalistas, guerrilleristas, nacionalistas, etc, entonces en boga.
En
las particulares circunstancias tras la IIª Guerra Mundial, con una
IVª Internacional muy minoritaria y casi masacrada durante la
guerra, mientras todas las corrientes del movimiento obrero y de
masas “izquierdizaban” su vocabulario, tuvimos estados obreros
(deformados burocráticamente desde el principio) en un tercio de la
humanidad, la independencia de casi todas las colonias y el “estado
del bienestar” en los países imperialistas. Eso se acabó. La
premisa de todas estas conquistas era que el capitalismo estaba en
una onda larga expansiva, posibilitada por el aumento en la tasa de
beneficio que las inmensas destrucciones de capital durante la guerra
hicieron posible.
Pero
fue la actuación de las mismas leyes de movimiento del capital las
que acabaron por tirar de nuevo la tasa de beneficio, ese resorte
oculto de la acumulación capitalista. Y, cosa extraña, tras unos
primeros momentos de grandes luchas en los 1970´s, TODAS las
direcciones del movimiento obrero y de masas abandonaron sus
posiciones. Los stalinistas restauraron el capitalismo, los
nacionalistas “antiimperialistas” se vendieron al FMI, los
socialdemócratas abandonaron el “estado del bienestar” y se
hicieron neoliberales, las burocracias sindicales gestionaron los
despidos. Era la confirmación de que, más allá de sus diferencias
tácticas, todos ellos estaban en el terreno de la sociedad
capitalista, todos ellos eran los agentes de la burguesía en el
movimiento de masas. Si tras la IIª Guerra Mundial estas corrientes
consiguieron apoyo de masas montándose sobre conquistas reales, y
estas conquistas nunca fueron graciosas concesiones por parte de la
burguesía, también es verdad que fueron posibles sin derribar al
sistema porque éste tenía reservas. Los altos beneficios dan mucho
margen de maniobra. Pero esto se acabó.
La
ignominiosa caída del stalinismo, la transformación de la
socialdemocracia en social-liberalismo, la transformación en
Centroamérica, Uruguay, etc, de los guerrilleros en ministros
capitalistas, todo ello es desastroso, pero tiene un aspecto
progresivo. Es la bancarrota de las direcciones reformistas, abre el
camino para construir la dirección revolucionaria de la clase
trabajadora. Abre el camino para la IVª Internacional.
La
vergüenza es la mayoría de corrientes que proceden de la IVª
Internacional se han convertido en parte del problema y no de la
solución. Unos abandonan abiertamente el programa revolucionario.
Otros lo siguen recitando ritualmente -aferrándose a las citas y a
argumentos periclitados como dogmas- mientras en su política
capitulan a esta o aquella corriente pequeñoburguesa del movimiento
de masas, con el argumento del “antiimperialismo” u otros por el
estilo.
El
Grupo de Comunistas Internacionalistas
Nuestro
grupo es muy pequeño. Es un resultado más de la crisis galopante
del movimiento trotskysta. No pensamos tener la piedra filosofal que
nos permita resolver los problemas que afronta el movimiento. Sabemos
sin embargo que esta degeneración centrista y reformista de gran
parte del movimiento trotskysta suscita resistencias aquí y allá.
En muchos países hay grupos, partidos, corrientes internacionales
que mantienen hilos de continuidad con el programa revolucionario.
Pero sobre todo, hay sectores en el movimiento de masas que sienten
cada vez más la inutilidad de las direcciones y programas
mayoritarios en las luchas, que ven la necesidad de una nueva
organización, de un nuevo programa. Y que no saben que ese programa
no es “nuevo”, que es el programa de la IVª Interrnacional.
Es
que la revolución proletaria internacional, la única forma de
acabar con el capitalismo y sustituirlo por una alternativa mejor,
requiere inevitablemente un partido obrero revolucionario mundial.
Que no puede ser más que la IVª Internacional reconstruida. Su
papel no lo puede jugar un partido tradicional “enrojecido”, un
grupo guerrillero, un sindicato, un “movimiento asambleario”,
“ciudadano” o cualquiera otra variante de las que hemos tenido
todas las que hemos querido durante las últimas décadas.
El
GCI, con humildad pero sin falsa modestia, queremos aportar a la
construcción de un partido revolucionario en el Estado Español.
Queremos aportar para la reconstrucción de la organización
internacional que tanto necesita el proletariado. Porque la
alternativa está clara. Si no hay socialismo, habrá barbarie.
Grupo
de Comunistas Internacionalistas
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