sábado, 5 de mayo de 2012

1º de mayo


¿Crisis capitalista? ¡crisis del capitalismo!
Hay que acabar con la propiedad privada y el trabajo asalariado

No queda nada de las promesas electorales de Rajoy. Desde no subir los impuestos a que no iba a facilitar el despido. De que iba a recortarlo todo menos salud y educación a que no iba a subir el IVA. No importa el rápido desgaste que le produce -elecciones andaluzas- Rajoy lanza su ataque frontal contra todas las conquistas históricas de la clase trabajadora, incluyendo las que alcanzan también a la clase media asalariada y la pequeña burguesía. Defiende a los accionistas de esa empresa depredadora, REPSOL-YPF cuando, en su derecho de hacerlo, Argentina da pasos para recuperar ell control de sus recursos naturales, pero no defiende a los trabajadores, los parados, los pensionistas. Para ellos, reforma laboral, copago sanitario y lo que haga falta.

Se dirá “esto es la derecha”. Y es cierto. Pero también lo es que, tras dos años mirando para otro lado, aplicando una política keynesiana, Zapatero se lanzó desde 2010 por la misma vía. Como es cierto que todos -todos- los gobiernos europeos, los de países medio hundidos y “rescatados” igual que los de los países “que van bien”, aplican las mismas medidas. Sarkozy va a perder, pero Hollande va a aplicar la misma política.
No hay otra forma de salvar al euro del ataque especulativo de los “mercados”. No es un capricho, es totalmente inutil sermonear a la clase dominante con charlas sobre que con esta política están estrangulando el crecimiento, que al bajar las rentas de las clases bajas nadie comprará los productos, etc, es decir, argumentando a favor del keynesianismo en bancarrota. No, la burguesía no actúa así por cerrazón ideológica. Aunque en Europa la necesidad de salvar el montaje del euro, de sobreponerse a la crisis de la deuda soberana, les fuerce a pasarse, en todos los países lo que está a la orden del día son las privatizaciones, los recortes sociales, la precarización del empleo, la bajada de sueldos. No hay un sólo país donde se avance en conquistas sociales. Y esto es así desde finales de los años setenta. Ni siquiera el “miniboom” de los noventa cambió la tendencia.
Es que la burguesía mundial, tanto de los países imperialistas como de los dependendientes, comprende que la crisis capitalista es, por debajo de las burbujas que estallan y la hipertrofia financiera, una crisis de rentabilidad. La única solución de fondo que encuentran es aumentar la tasa de explotación. No hay apenas otra forma de elevar la tasa de beneficio hasta un nivel que permita que recomience la acumulación. Y aumentar la explotación no es sólo aumentar la jornada, disminuir el salario directo, precarizar. También es disminuir el salario indirecto -sanidad, enseñanza y otros servicios públicos- y el diferido -atacar las pensiones. Todos los recortes se resumen en reducir la parte de la renta nacional que va a la clase trabajadora para aumentar la porción de las rentas, intereses y beneficios del capital.
Los defensores del capitalismo nos dicen que es necesario “el crecimiento” para aumentar el nivel de vida. Se pelean sobre si para retomar ese crecimiento es necesario seguir con la austeridad o si ya habría que darle un estímulo estatal. Pero en realidad, es al revés: La premisa para retomar la acumulación capitalista es un aumento astronómico de la explotación. Sólo la extensión sin límites de la miseria, acompañada de la sobreexplotación del planeta, podría -sólo podría- permitir la reanudación de la acumulación del capital. Porque en el capitalismo, no hay “crecimiento” sin acumulación de capital, acumulación de riqueza en un polo de la sociedad, de miseria y sufrimiento en el otro.
Desde luego, la clase trabajadora debe defender con uñas y dientes todas las conquistas de su lucha anterior. Desde luego, esto exige la unidad más amplia de las fuerzas obreras y populares. Exige un plan de lucha que una las reivindicaciones económicas con las democráticas.
Las reivindicaciones económicas porque sin salarios dignos, sin seguridad en el empleo, sin reducción de la jornada para conseguir el pleno empleo, sin bajar la edad de jubilación, con pensión digna, sin enseñanza y sanidad públicas, gratuitas y de calidad, la clase trabajadora queda reducida a una capa de parias.
Las reivindicaciones democráticas, porque mientras el Rey se va de cacería de animales en peligro para ligar sin problemas, se detiene a sindicalistas por luchar contra los ataques del gobierno, como en Catalunya, donde la policía entró en la fábrica SEAT de Martorell a detener a sendos líderes de CCOO y UGT, o han detenido a la secretaria de organización de la CGT catalana. O la guardia civil desaloja la finca de Somontes, ocupada por jornaleros, un desalojo ordenado por el mismo PSOE con el que IU se apresta a gobernar en Andalucía. Porque esta falsa democracia que da mayoría absoluta a una minoría de la población y que sólo ofrece paro, precariedad o policía variada a la clase que realmente crea la riqueza cada vez está más desenmascarada como lo que es, una forma de gobierno del gran capital.

¿Qué hacer?
¡Volver a poner al comunismo en la agenda!
Pero ninguna “democracia”, ninguna conquista “sindical” que deje en pie el sistema de la propiedad privada y el salariado ofrece una salida de fondo. Lo que hace falta no es reformar el sistema, sino cambiar de sistema. Hace falta levantar una serie de medidas de carácter transitorio, que la situación exige o exigirá, pero que no se sostienen por sí mismas, sino que abren un camino hacia otro sistema. Hablamos de la escala móvil de salarios y de jornada laboral, hablamos del control obrero, con derecho de veto de los trabajadores contra las decisiones patronales. Hablamos de la autodefensa contra las agresiones fascistas, uniformadas o no. De acompañarlo negándose a pagar la deuda asfixiante no contraída por el pueblo, para salvar una moneda que desde su inicio ha sido un instrumento de erosión de las conquistas populares.Y hablamos de un gobierno de los trabajadores, único capaz de aplicar estas medidas. Pero ¿quién se plantea esto?
El 1º de mayo es el día de la clase trabajadora. Es un día surgido de una lucha concreta, por la jornada laboral de 8 horas. Pero también es un día donde el movimiento obrero se moviliza como tal, como un movimiento de clase, no ciudadano, pero como un movimiento no estrechamente corporativo, sino que plantea una alternativa de sociedad. Y esa alternativa se llama socialismo – comunismo. Aunque la mayoría de las organizaciones obreras la hayan abandonado.
Si hay algo de verdad en la noción de “fin de la historia” de Francis Fukuyama, es la “izquierda” quien se empeña en conferírsela. Él dijo que con la “caída del comunismo” (en realidad, el colapso del stalinismo), se “acababa la historia”, no en el sentido de que ya no pasaran más cosas, sino en el sentido de que ya sólo serían “más de lo mismo“. Se ha llegado, decía, al objetivo máximo del desarrollo humano, la democracia liberal capitalista. Las únicas alternativas que se ofrecen o bien son sólo territoriales, no sistémicas -nacionalismo- o bien son regresiones a estados anteriores -fundamentalismo islámico.
Aunque sea bajo protesta, la inmensa mayoría de la “izquierda mundial” sigue este guión. Y lo hace desde mucho antes de la caída del muro de Berlín. No se presenta como la portadora de un nuevo sistema, lo que significaba comunismo en el siglo XIX, la sociedad de los productores y productoras asociados, de la producción colectiva planificada, sin mercancía, sin dinero, sin estado, sin opresión sexual, racial o nacional. Ni se presenta como portavoz de la clase social cuya posición en esta sociedad la convierte en capaz de asumir y de realizar este proyecto por sus propios intereses y no por “idealismo”, la clase trabajadora asalariada.
No, la izquierda ya no habla de socialismo, menos aún de comunismo. Y si habla, lo identifica con la simple estatización de la propiedad manteniendo el salario y el dinero (y el estado, con su policía y su policía secreta). El enemigo no es la propiedad privada, sino una forma de propiedad privada, el “imperialismo”. En nombre de la lucha contra éste está siempre dispuesta a alinearse con cualquier capitalismo atrasado, igualmente rapaz. Unos se han unido a las políticas impulsadas por la burguesía mundial (con escasa diferencia entre si es “imperialista” o “dependiente”), otros posan como “opositores”, planteando políticas distintas, pero dentro del sistema, planteando las políticas que el capital aplicó en la época del boom, cuando las condiciones eran radicalmente distintas. “Contra el neoliberalismo”, “defender el estado del bienestar”, lo que sea. Menos el socialismo.

Es urgente reconstruir el “Partido Mundial de la Revolución Social”: la IVª Internacional
La IVª Internacional se fundó en 1938, en pleno apogeo de la locura, cuando el stalinismo enterraba la revolución proletaria, cuando el fascismo enterraba la democracia, cuando el capitalismo se aprestaba a una nueva carnicería mundial. Se fundó para mantener las más preciadas tradiciones del movimiento obrero. Para defender la perspectiva obrera, revolucionaria, internacionalista, comunista, frente a la traición de la socialdemocracia y el stalinismo, por no hablar del anarquismo, en ese momento en el gobierno burgués en España. En suma, para defender las lecciones del período revolucionario abierto tras la Iª Guerra Mundial y la Revolución de Octubre en Rusia, que se había cerrado con el triunfo de la contrarrevolución stalinista y fascista.
Pero no fue capaz de cumplir su tarea. La crisis de dislocación de la IVª Internacional en los años 1950´s se debió sobre todo a que fue incapaz de mantenerse en ese programa, a que acabó siendo una comparsa “izquierdista” de las distintas corrientes stalinistas, sindicalistas, guerrilleristas, nacionalistas, etc, entonces en boga.
En las particulares circunstancias tras la IIª Guerra Mundial, con una IVª Internacional muy minoritaria y casi masacrada durante la guerra, mientras todas las corrientes del movimiento obrero y de masas “izquierdizaban” su vocabulario, tuvimos estados obreros (deformados burocráticamente desde el principio) en un tercio de la humanidad, la independencia de casi todas las colonias y el “estado del bienestar” en los países imperialistas. Eso se acabó. La premisa de todas estas conquistas era que el capitalismo estaba en una onda larga expansiva, posibilitada por el aumento en la tasa de beneficio que las inmensas destrucciones de capital durante la guerra hicieron posible.
Pero fue la actuación de las mismas leyes de movimiento del capital las que acabaron por tirar de nuevo la tasa de beneficio, ese resorte oculto de la acumulación capitalista. Y, cosa extraña, tras unos primeros momentos de grandes luchas en los 1970´s, TODAS las direcciones del movimiento obrero y de masas abandonaron sus posiciones. Los stalinistas restauraron el capitalismo, los nacionalistas “antiimperialistas” se vendieron al FMI, los socialdemócratas abandonaron el “estado del bienestar” y se hicieron neoliberales, las burocracias sindicales gestionaron los despidos. Era la confirmación de que, más allá de sus diferencias tácticas, todos ellos estaban en el terreno de la sociedad capitalista, todos ellos eran los agentes de la burguesía en el movimiento de masas. Si tras la IIª Guerra Mundial estas corrientes consiguieron apoyo de masas montándose sobre conquistas reales, y estas conquistas nunca fueron graciosas concesiones por parte de la burguesía, también es verdad que fueron posibles sin derribar al sistema porque éste tenía reservas. Los altos beneficios dan mucho margen de maniobra. Pero esto se acabó.
La ignominiosa caída del stalinismo, la transformación de la socialdemocracia en social-liberalismo, la transformación en Centroamérica, Uruguay, etc, de los guerrilleros en ministros capitalistas, todo ello es desastroso, pero tiene un aspecto progresivo. Es la bancarrota de las direcciones reformistas, abre el camino para construir la dirección revolucionaria de la clase trabajadora. Abre el camino para la IVª Internacional.
La vergüenza es la mayoría de corrientes que proceden de la IVª Internacional se han convertido en parte del problema y no de la solución. Unos abandonan abiertamente el programa revolucionario. Otros lo siguen recitando ritualmente -aferrándose a las citas y a argumentos periclitados como dogmas- mientras en su política capitulan a esta o aquella corriente pequeñoburguesa del movimiento de masas, con el argumento del “antiimperialismo” u otros por el estilo.

El Grupo de Comunistas Internacionalistas
Nuestro grupo es muy pequeño. Es un resultado más de la crisis galopante del movimiento trotskysta. No pensamos tener la piedra filosofal que nos permita resolver los problemas que afronta el movimiento. Sabemos sin embargo que esta degeneración centrista y reformista de gran parte del movimiento trotskysta suscita resistencias aquí y allá. En muchos países hay grupos, partidos, corrientes internacionales que mantienen hilos de continuidad con el programa revolucionario. Pero sobre todo, hay sectores en el movimiento de masas que sienten cada vez más la inutilidad de las direcciones y programas mayoritarios en las luchas, que ven la necesidad de una nueva organización, de un nuevo programa. Y que no saben que ese programa no es “nuevo”, que es el programa de la IVª Interrnacional.
Es que la revolución proletaria internacional, la única forma de acabar con el capitalismo y sustituirlo por una alternativa mejor, requiere inevitablemente un partido obrero revolucionario mundial. Que no puede ser más que la IVª Internacional reconstruida. Su papel no lo puede jugar un partido tradicional “enrojecido”, un grupo guerrillero, un sindicato, un “movimiento asambleario”, “ciudadano” o cualquiera otra variante de las que hemos tenido todas las que hemos querido durante las últimas décadas.
El GCI, con humildad pero sin falsa modestia, queremos aportar a la construcción de un partido revolucionario en el Estado Español. Queremos aportar para la reconstrucción de la organización internacional que tanto necesita el proletariado. Porque la alternativa está clara. Si no hay socialismo, habrá barbarie.
Grupo de Comunistas Internacionalistas

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