martes, 20 de diciembre de 2011

crítica a Navarro, Torres y Garzón por nuestro grupo en Sevilla.

Sobre el folleto “Hay alternativas” de Vicenç Navarro, Juan Torres y Alberto Garzón:
Hay alternativas...
pero sólo si rompemos con el capitalismo
(una aportación al debate)

La crisis económica mundial que estalló en 2008 no tiene visos de acabar pronto. No es una crisis cíclica más. Ha cambiado totalmente el “clima” político mundial. Todo en ella ha sido desmesurado: tanto la bancarrota de bancos que estaban entre las 100 empresas más grandes del mundo hasta 2007 como el masivo rescate que los gobiernos han concedido a la banca, gastando en ello cantidades mareantes. Unas cantidades que hasta entonces no sólo se negaban para la satisfacción de necesidades sociales sino que ni se soñaba que pudieran manejarse.
En comparación con el ataque frontal contra todas las conquistas de los trabajadores en el que están hoy empeñados los gobiernos europeos, todo el período anterior se ve, por contraste, como si hubiera sido un periodo pacífico de avance social.
Pero no es así. La “revolución conservadora” de Reagan-Thatcher, la ola del neoliberalismo y el “consenso de Washington”, la ofensiva privatizadora, antisindical, recortadora de salarios y conquistas sociales que se vivió desde 1978 aprox. fue la reacción de la burguesía mundial a la crisis que comenzó en 1973, si no antes, acabando definitivamente con los años de prosperidad de la posguerra. El desfase temporal entre 1973 y 1978 fue el período en el que la burguesía se convenció de que las recetas keynesianas, que antes todos compartían (como decía Nixon, republicano y reaccionario, “hoy todos somos keynesianos”) ya no funcionaban.
La ofensiva neoliberal se abatió sobre los trabajadores europeos, estadounidenses y japoneses, pero no sólo. En Africa, América Latina y Asia fue de la mano de los “planes de reforma estructural” exigidos por el FMI que se llevó a cabo el asalto. Parte fundamental de esta ofensiva ha sido el paso al capitalismo de la burocracia stalinista, la restauración del capitalismo en la URSS, China y Europa del Este y su apertura al mercado internacional.
Como no podía ser de otra manera, este vendaval contra las masas trabajadoras, que fue apoyado o al menos no resistido por la mayoría de las organizaciones de “izquierda”, consiguió aumentar los beneficios del capital. En todos los países del mundo -¡en todos!- los años 90 han visto retroceder la parte de los salarios en la renta total, frente a la de las ganancias empresariales. Esto dio nuevo impulso a la acumulación de capital. El capitalismo ha vivido un miniboom durante el período 1992-2007. Se han creado empresas, ha aumentado la producción.
Pero ha sido un MINI boom. La inversión productiva se ha quedado muy atrás frente a las burbujas inmobiliaria y, sobre todo, financiera. La especulación con papeles, títulos y divisas, ha alcanzado proporciones irreales. Los enormes beneficios obtenidos por el aumento de la explotación de la clase trabajadora, logrados gracias a las medidas neoliberales, en su mayor parte no se canalizaron hacia la inversión productiva sino hacia la especulación. Todo estaba inflado en una montaña de deudas. Esto es un síntoma de que en realidad la crisis de rentabilidad de 1973 no había sido superada. La tasa de ganancia esperada seguía siendo insuficiente para justificar la inversión productiva. El boom no podía más que ser de corta duración y más dura será la caída. En ella estamos.

¿Un renacimiento del keynesianismo?
El hundimiento del sistema financiero durante 2007-8 fue tan profundo que por un momento llegó a hacer dudar de la ortodoxia neoliberal a las élites dominantes del capitalismo. Llegaron a decir que eran las medidas de desregulación financiera las que habían causado la crisis. De aquí sólo había un paso para que renaciera la popularidad del alicaído keynesianismo. Los nuevos “popes” económicos del capitalismo se llamaban Mirsky, Roubini, Krugman, Stiglitz, con muchas diferencias entre ellos pero todos críticos con el neoliberalismo. Todos ellos comprometidos con salvar al capitalismo, como Keynes en los años 1930´s, aunque sea a su pesar, usando medidas a las que los banqueros y grandes empresarios se resisten, como el niño que no quiere tomar su medicina.
En España se da la curiosa situación de que este renacimiento del keynesianismo se está dando bajo una forma “progre”, “alternativa”. El keynesianismo es la doctrina común a Zapatero, IU, UGT, CCOO y el Movimiento 15 M. Todos ellos, con matices, tienen la misma explicación de la crisis: de debe a la codicia y la irresponsabilidad de la banca y los especuladores, y a la inexistencia de suficiente regulación. Culpan a la política de ajuste de aumentar la recesión por deprimir la demanda y en su lugar piden impulso estatal, mantenimiento de sueldos, para sostener la demanda.
Los representantes más destacados de este “keynesianismo de izquierdas” en España, Vicenç Navarro, Juan Torres López y Alberto Garzón, con un prólogo de Noam Chomsky, acaban de firmar un trabajo común, “Hay alternativas” que se presenta como una especie de programa para que “la ciudadanía” (en el libro se menciona explícitamente al Movimiento 15 M, pág 204) lo asuma.
Los tres autores tienen relación con IU, formación para la que pidieron el voto el 20-N; Garzón ha salido diputado de IU por Málaga (Navarro además es asesor del gobierno de Obama). Pero su programa no se presenta como la plataforma de IU sino como algo mucho más amplio. De hecho, el libro, escrito en lenguaje muy sencillo, se está difundiendo por sectores de la izquierda y el movimiento popular que no forzosamente tienen relación con IU. Los problemas de edición del libro lo han cubierto con un aura de “subversivo” que no se justifica por su contenido.
En realidad, el libro expone una alternativa para salvar al capitalismo. Lo que plantea el libro no sólo es utópico, esto es, imposible de conseguir, sino también reaccionario. Significa salir en apoyo de un sistema en bancarrota, significa ofuscar la conciencia de los explotados y oprimidos para que no luchen contra el capitalismo sino sólo contra determinados síntomas, manifestaciones externas de él.
Sería un error ver el programa que presentan como una especie de “mínimo común denominador” que fuera apoyable pero hubiera que ir más allá. No, no el problema del programa no es que no llegue lo suficientemente lejos sino que va en otra dirección distinta de la necesaria. Veamoslo. A lo largo de esta crítica vamos a dar machaconamente la reseña de la página del libro para demostrar nuestras afirmaciones.

Las propuestas concretas del libro
El trío de autores repite muchas veces en el libro que sus 115 propuestas (114, han repetido las propuestas 96 y 101) son sensatas y realistas (pág 205). En realidad no son ni una cosa ni la otra, pero tienen razón en que lo pueden parecer ya que no se plantean cambiar casi nada.
A lo largo del folleto, el trío explica cómo las políticas de la Unión Europea, señaladamente las politicas para sostener el euro, van encaminadas contra las conquistas sociales de los pueblos (en la pág. 46 dicen que el euro se estableció en España contra el estado del bienestar. ¿sólo aquí?). Pero ni por asomo se les ocurre que haya que oponerse a la UE o al euro. Para ellos, de lo que se trata es de “democratizar profundamente” (pág 180). Todo lo quieren “democratizar”, la UE, el FMI, el Banco Mundial, la ONU, lo que sea (pág 209, 211-12). Creen que la esencia burguesa, al servicio del gran capital, de estas instituciones desaparecerá cuando le cambien la forma. Pero bajo el capitalismo, estos “gobierno europeo” y “gobierno mundial” (pág. 189) que se piden no pueden ser más que gobiernos de los capitalistas europeos y mundiales, que no pueden ponerse de acuerdo entre sí más que para luchar contra sus propias clases trabajadoras y los movimientos de emancipación nacional. El programa del trío no conduce a otra cosa más que a integrar, bajo la excusa de la “democratización” a las organizaciones obreras y populares, en las instituciones de la burguesía.
El trío llega a pedir una “Gobernanza” mundial. El diccionario de la Real Academia define así esta palabreja: “Arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía". Equilibrio entre el estado y el mercado...
Como para estos autores no hay ningún problema con la propiedad privada, su abolición no está en el programa. Plantean nacionalizar las Cajas de Ahorro y las empresas privatizadas, es decir, lo que pretenden es volver a la situación anterior a las medidas neoliberales de Felipe González y Aznar (pág 215). En la pág. 77 se argumenta la renacionalización de las privatizadas como un “objetivo patriótico” y se justifica con argumentos proteccionistas. El texto está lleno de expresiones así, defender los intereses “nacionales” de España. La palabra internacionalismo no aparece. Lo que plantean es regular la banca privada (pág 144-5, 209, 213-4) para que sea “ética” (pág 149). En un alarde de valentía, llegan a pedir la nacionalización de los bancos que se porten mal (pág. 147). Es decir, ante la catástrofe en la que estamos, no plantean nacionalizar el conjunto de la banca. Sólo pretenden reconstruir un sector público como el de otros países capitalistas europeos (pág 94), funcional a la acumulación privada de capital.
A lo largo del libro el trío nos ofrece múltiples sermones sobre la ética, los valores, etc (pág 200), contraposiciones entre la situación actual, en la que sólo se busca el dinero, todo se compra y se vende, etc, y una situación anterior en la que presumiblemente eso no ocurría (ver pág 82, 193). El trío pretende una nueva economía, solidaria y no competitiva (pág 132), pero en la que colaboren la inversión privada con la pública (pág. 179). De este modo, se presentan rasgos permanentes y propios del capitalismo como si fueran aspectos contingentes de la situación actual (por ejemplo, pág 36, ¿cuándo el dinero estuvo al servicio de las necesidades humanas?).
El trío se toma en serio lo de la cooperación, pero entre empresarios y trabajadores. Piden un pacto capital-trabajo (además, a nivel europeo, pág 177), un acuerdo de rentas para subir los salarios (pág 132). Es decir, plantean la colaboración de clases y además para un objetivo ilusorio, porque la burguesía no está dispuesta a conceder nada por acuerdo y de buen grado. El pacto capital-trabajo es para subir sueldos. Pero cuidado, sin exagerar, es para recuperar la cuota de los salarios en la renta nacional total... ¡en cinco o diez años! (pág. 138). Es que los salarios altos no son buenos per se, ahora vienen bien pero en otro momento pueden ser dañinos (pág. 140). Por ejemplo, en la pág 95 elogia el sistema alemán de disminuir la jornada laboral para no perder empleo, sin mencionar que también se disminuyó el salario. Llegan al borde de pedir una nueva reconversión industrial (ver con cuidado pág 75).
Precisamente cuando el capitalismo está en decadencia, en una crisis profunda de la que no puede salir más que aumentando hasta casi el infinito la explotacion, el trío sueña con una reedición del “pacto capital-trabajo” de los años 50-60 en Europa (que en la vida real nunca fue tan idílico como ellos se lo imaginan). Para el trío hay un límite que no se puede superar: el capitalismo. Incluso en un calentón, en la págs 181-2 hablan de la posibilidad de salir del euro (no está en las propuestas)... pero lo plantean dentro del capitalismo y no como una medida de ruptura con él.

Contra la crisis... democracia (pero poca)
El trío considera que es posible resolver la crisis mediante medidas políticas, sin tocar las relaciones sociales capitalistas. Sin embargo, incluso desde el punto de vista democrático consecuente, el programa que levantan (págs 220-1) es sorprendentemente tímido. Levantan todas las exigencias que el Movimiento 15 M ha popularizado, contra el “bipartidismo” (como si los intereses de la burguesía no hubieran sido servidos igual bajo el bipartidismo español y el pluripartidismo tradicional italiano). Dicen que la Transición Pero en un estado cárcel de pueblos como el español, donde el problema nacional está siempre presente, “no fue modélica” (pág 38), pero no luchan contra la Constitución que salió de ella, sólo plantean parchearla. No sólo no mencionan la autodeterminación, es que ni mencionan la Ley de Partidos. La medida número 115 que proponen es “ Reforma constitucional que haga que todos los cargos públicos que tengan función de representatividad sean electos y que impida el carácter heredable de los puestos representativos.” ¡No se atreven ni a mencionar a la monarquía!

Vendiendo un programa reformista como el no va más de lo “alternativo”
Como vemos, no puede estar más claro de que se trata de un programa estrictamente burgués, democrático, no obrero ni socialista-comunista. Esto se podía esperar de tres economistas que no tienen nada que ver con el marxismo (ni siquiera, como hacen muchos economistas reformistas, usan el vocabulario o los conceptos de Marx). De todos modos, cuando hace falta echan mano de cualquier cosa para embellecer las cosas. Alberto Garzón ha declarado a “Público” (16/X/2011),, respondiendo a la pregunta sobre si es comunista: “Depende de cómo lo definas. Yo diría que es alguien que piensa más en términos colectivos que individuales, que considera que muchas empresas deben ser públicas y que piensa que debe existir una planificación económica. En mi caso, pienso que debe existir una planificación democrática de la economía. Si es así, acepto. Si la definición es recolocar el sistema de la URSS, Cuba o Corea del Norte en España, yo no sería comunista. El truco está como siempre en la definición de los términos.” Esto es una vergüenza. Si las palabras tienen un significado, “comunista” significa partidario de abolir la propiedad privada, no sólo para Marx y Engels sino desde antes, desde Babeuf. Garzón usa la etiqueta “comunista” porque le viene bien para engañar a los electores pero la vacía de contenido al igualarla con una especie de definición del socialdemócrata o del liberal norteamericano.

Cómo puede ser que un programa reformista sin brío sea visto por sectores de la vanguardia como “alternativo”
Una de las razones por la que la actual crisis económica, sin ninguna duda la más profunda que ha sufrido el capitalismo desde 1929, más fuerte que la de la primera mitad de los 70´s, no ha generado hasta ahora movilizaciones y una radicalización comparables a las de entonces es la situación de desarme ideológico en la que se encuentran la clase trabajadora y otros sectores explotados.
Aunque las direcciones del movimiento obrero, que son fundamentalmente la socialdemocracia (falsos “socialistas”) y el stalinismo (falsos “comunistas”), amén de la burocracia sindical “apolítica”, han sido pilares del capitalismo, defensores de su continuidad durante todo este tiempo, lo fueron en los años 1930´s, lo fueron en los 1970´s y lo son ahora, la situación no es la misma.
La socialdemocracia se pasó al capitalismo definitivamente con su apoyo a sus propias burguesías durante la primera guerra mundial. Pero mantuvo una base obrera no sólo electoral sino también afiliativa, así como mantenía (verbalmente) su viejo vocabulario de clase, “socialista”, “marxista”. El stalinismo surge de la degeneración del comunismo debida al aislamiento de la república soviética rusa. Surge de la glorificación de ese aislamiento, con el “socialismo en un sólo país” como estandarte. Se beneficiaba entonces de su identificación con la única revolución proletaria triunfante y mantenía el vocabulario “revolucionario” aunque con objetivos reformistas. Los burócratas sindicales tradicionales eran “apolíticos” y por lo tanto defendían al capitalismo, pero eran antipatronales, se enfrentaban a los empresarios.
La profunda degeneración de estos aparatos burocráticos que dominan al movimiento obrero ha dado lugar a lo largo del tiempo a que los partidos socialdemócratas apenas mantengan su referencia “obrera” y defienden abiertamente no sólo políticas sino también el lenguaje burgués liberal. Los partidos stalinistas cada vez hacen menos referencia al “comunismo” y se convierten en partidos reformistas que no son ni socialdemócratas, porque en lugar de hablar de los trabajadores hablan de la “ciudadanía”. Y las burocracias sindicales están ocupadas firmando pactos en los que venden a la patronal todas las conquistas obreras a cambio de migajas para sus aparatos.
De ese modo, tanto los sectores que siguen ligados a estos aparatos como a los que han roto con ellos por la negativa, por pura desconfianza pero sin sustituirlos por nada, la mayoría de la clase trabajadora en muchos países está absolutamente huérfana de referencias de clase. La ideología que le ha quedado es puramente demócrata, “ciudadana”, con las reivindicaciones específicamente obreras convertidas en un adorno del que avergonzarse un poco, como un rasgo “corporativista”.
No sólo las masas, la mayoría de los activistas que surgen sufren este problema. Su desconocimiento y desconexión de la trayectoria histórica del movimiento obrero hace que tomen como “el último grito” cualquier antigualla democrática que quedó definitivamente obsoleta en 1847, cuando se publicó el Manifiesto Comunista.
Es cierto que la “sofisticación teórica” de algunos grupos intelectuales o sectarios de otros países no sirve de mucho. Sin embargo, el primitivismo teórico tradicional en la izquierda y el movimiento obrero españoles es un obstáculo, y uno muy grande, para lograr sobreponerse a la situación que hemos descrito.
Es sólo en este marco que puede entenderse el impacto que está teniendo en sectores de la vanguardia el libro que criticamos. Precedido por el morbo de haber sido rechazada su publicación por una editorial del grupo PRISA, se está distribuyendo entre los activistas como si fuera el no va más de la literatura subversiva. Sectores de lo más variado de la izquierda están tomando este folleto como si fuera la respuesta buscada, el programa para una transformación de la sociedad que quite las riendas a la minoría acaudalada que la lleva al abismo y logre el bienestar social. Los autores del libro llegan a afirmar (pág 205) que la mayoría de la sociedad española está de acuerdo con las medidas que proponen. Es posible. Se entendería que hubiera mucha gente poco politizada, no radicalizada, con bajo nivel de conciencia, que las apoyase. La mayoría de la clase trabajadora sigue viendo al capitalismo como el único sistema posible. Lo que resulta sorprendente es que haya grandes sectores de la vanguardia y los activistas que esté entusiasmándose con el libro, creyendo que abre una vía para ir más allá.

La visión del capitalismo de los autores de “Hay alternativas
Instintivamente, también muchos activistas sindicales y de los movimientos sociales rechazan el folleto del trío porque ven claramente que lo que propone está dentro de este sistema. Pero en general no se llega a la base teórica que está detrás de sus posiciones. No hay hasta ahora ninguna crítica en la web que toque la teoría. Es difícil hacerlo en poco espacio, pero necesario porque no hay otro modo de basar una alternativa que sea realmente anticapitalista.
Al trío se le puede acusar de muchas cosas, pero no de falta de coherencia. Todo este discurso está basado en determinada concepción del capitalismo, que subyace al libro y se detalla más en otras obras de los mismos autores. Se podría resumir de la siguiente manera:
-Lógicamente, para ellos el capitalismo es un sistema en el que una clase, la capitalista o burguesa, es dueña de los medios de producción, otra clase, la trabajadora, carece de ellos y para vivir debe trabajar por un salario. Los capitalistas obtienen un beneficio del uso de su capital, todo el producto se vende como mercancía a cambio de dinero. Pero para ellos, a diferencia de Marx (y la Economía Política clásica) no existe el valor como sustancia social de la mercancía, ni la ley del valor es la que explica la dinámica del capitalismo. Creen que los empresarios pueden fijar los precios que quieran (pág 130).
Consecuencia lógica de esta concepcion, para ellos no hay diferencia entre trabajo productivo e improductivo en el capitalismo. Creen que aumenta la “riqueza” porque gente que haga lo mismo que hace ahora, cuidar a enfermos, cobre del estado (dicen que si las amas de casa no cobran, es por prejuicios machistas, no porque su trabajo ajeno al mercado no cree valor pág 196) Los capitalistas, comprenden perfectamente la distinción entre trabajo productivo e improductivo. Lo hacen de forma empírica, porque su teoría económica, la neoclásica, abandonó esta distinción que se remonta a Adam Smith. Saben que los trabajadores productivos producen plusvalor mientras que los improductivos lo consumen. Todas las medidas que proponen consisten en eliminar trabajadores improductivos, aunque realicen trabajos útiles y beneficiosos para la sociedad, y en explotar al máximo a los trabajadores productivos para extraerles más plusvalor. El trío, por el contrario, cree que aumentar el número de trabajadores improductivos es una medida contra la crisis capitalista.
Su incomprensión completa (y embellecimiento) del capitalismo llega al colmo cuando dicen que los países en mayores dificultades de Europa lo están precisamente por ser los que tienen menos desarrollado el estado del bienestar (pág 105). No comprenden que el estado del bienestar es una reforma, una conquista, conseguida no sólo por la lucha de la clase trabajadora sino porque la burguesía de esos países era lo suficientemente rica como para permitírselo y liberar así presión. Que desde el punto de vista del capital es una carga y no puede ser otra cosa. Es lógico que los países más pobres tengan menos conquistas sociales y además sean más golpeados por la crisis. Pero incluso los países nórdicos tan elogiados por el trío están ocupados desmantelando su estado del bienestar.
-Como para ellos no existe la ley objetiva del valor, creen que todo lo que sucede en el capitalismo es producto de decisiones políticas. Niegan la existencia de leyes económicas objetivas en el capitalismo (ver pág,99, el nivel de empleo depende de la política). Para ellos, en su subjetivismo extremo, las “preferencias sociales” son viables si la gente las apoya (pág 201). La idea de que las premisas del socialismo se gesten en el propio desarrollo del capitalismo es para ellos desechable. Para ellos, la crisis es de valores, producida por la especulación o por las malas políticas neoliberales, factores todos que pueden eliminarse sin acabar con el capitalismo (pág 192-3). Por eso dicen que se sale de la crisis con “democracia” (pág 73, 195).
También por eso creen que bajo el capitalismo puede imponerse un regulador distinto a la ley del valor (pág 198). Con argumentos super confusos (en esa página dicen que los alimentos tienen un valor 6 veces superior a su valor monetario. ¿qué clase de valor es ese?), intentan injertar el regulador de las necesidades sociales, típico de una sociedad donde el producto del trabajo es directamente social, con el regulador del valor, monetario, típico de una sociedad donde los trabajos privados encuentran su validación social en el mercado.
-Para ellos el estado es una arena neutral de la lucha. Entienden los desarrollos políticos como una pugna entre las fuerzas relativas de la clase trabajadora y la burguesía en este terreno “neutral”. Por ejemplo, interpretan la reacción neoliberal de los 80 como un intento de reducir el “poder” de la clase trabajadora y no como un intento de aumentar la explotación y recuperar la tasa de ganancia (pág 31). Con esto quieren hacer creer que el poder de alguna manera “se comparte” entre las clases (pág 108, el subdesarrollo social en España es producto del poder de clase de la burguesía. Entonces, ¿en Suecia la burguesía no tiene el poder? Ver también pág 109). En la página 46 hablan de “equilibrio de poder asimétrico” entre las clases. ¿puede existir el “equilibrio simétrico”, tal vez con su “pacto social capital-trabajo”?
-Aunque en ese contexto hablen de clases sociales, desde el punto de vista de la estrategia política, para ellos el sujeto del cambio no es la clase trabajadora sino la ciudadanía (pág 15). Naturalmente, si se trata de defender los intereses de los “ciudadanos”, no se pueden olvidar los de los “ciudadanos” empresarios o los “ciudadanos” banqueros. Sólo se pretende imponerle a los banqueros los mismos controles que a los demás empresarios (pág. 66). Que no tengan un poder de imponer sus soluciones a la sociedad sino que las cosas se discutan (pág 195), aunque sigan existiendo como grupo social. De hecho, admiten que las medidas de control del capital especulativo que preconizan son consideradas “justificadas” por el FMI (pág 69) y que han funcionado en otros tiempos, aunque ahora no se atrevan a aplicarlas. El trío se lamenta de que los “emprendedores” no tienen crédito (pág. 68). Es que hay empresarios buenos, que entienden que la "búsqueda de beneficio debe hacerse necesariamente compatible.. con la justicia social y el interés colectivo" (pág 99). El programa que se plantea beneficia no sólo a la clase trabajadora sino también a la patronal (pág 137). Si ésta se resiste y no lo entiende así, es por “ceguera” (pág. 123).
Este reconocimiento del derecho de todos los ciudadanos se hace extensivo al derecho a cobrar las deudas justas. En ningún momento plantean denunciar la deuda, declarar la bancarrota del estado (como Marx pidió en 1848 y realizaron los bolcheviques en 1918). Por el contrario, primero quieren auditar la deuda (pág 164) para ver qué parte es “odiosa” y que parte hay que pagar, aunque sea renegociándola. Tampoco piden el no pago de la deuda de los países dependientes, sólo su renegociación (pág 184).
Es que si se piensa que “reducir la desigualdad” hace funcionar mejor el capitalismo (pág 78), es porque no se consideran los intereses bien entendidos de la burguesía como contradictorios con los de la clase trabajadora. De ahí la sustitución de la lucha de clases por la colaboración, el “pacto capital-trabajo”. Por ejemplo, les parece pensable que las empresas gestionen el empleo "en función de la demanda social de bienes y servicios y de ingreso y no de la exigencia de rentabilidad privada" (pág 102, ver también pág 137). Por eso apoyan la cogestión y la integración de los trabajadores en la empresa (pág. 124). O por ejemplo, en la pág 178 se defiende imponer más impuestos al capital diciendo que los empresarios soportarían, se adaptarían a la pérdida de sus ganancias extraordinarias al serles impuestas por la clase trabajadora (que no estaría en el poder, porque éste se comparte, según el trío). Es fácil imaginar lo que harían de verdad los empresarios en esa situación.

La base teórica de la interpretación de la crisis por el trío
Aunque el trío diga que no se basa en una teoría sino en “estudios empíricos” (como si éstos pudieran interpretarse por fuera de una teoría, pág 97), podemos resumir su concepción teórica sobre la crisis así:
Esta crisis del capitalismo, y parecería que también otras, ha sido causada por la excesiva financiarización, por la falta de seriedad de los reguladores y es agravada por la respuesta de los gobiernos, que debilita la demanda (pág 21, 32, 80). Para el trío la financiarización es un problema porque aumenta el riesgo de la economía (pág. 29, 35), no porque sea un sector improductivo que consume el plusvalor creado en otra parte. La crisis por tanto no es algo inmanente al capitalismo, sino el resultado de decisiones erróneas, incluso una estafa (pág. 66). Por eso llegan a pedir la constitución de una comisión formada por “personas con acreditada experiencia en las finanzas y la economía mundial” para que “depure las responsabilidades de los responsables de la crisis” (pág 214). Que lo depuren entre empresarios y cargos públicos, no un tribunal popular...
Como no entienden sus causas, tampoco entienden su salida. El trío cree (pág 122) que sólo hay dos formas de salir de una crisis capitalista, con intervención del estado o mediante una guerra. El problema es que antes de 1914 y de 1929 hubo decenas de crisis capitalistas de las que se salió sin recurrir a ninguna de estos dos expedientes.
Todo ello basado en los conceptos neoclásicos, completamente ajenos a la comprensión científica del capitalismo basada en la teoría laboral del valor. No extraña que haya pasajes donde hablen de la “retribución del capital” como “factor de la producción” (pág 79), se quejen de “mercados imperfectos”, como si la “competencia perfecta” neoclásica trajera alguna ventaja (pág. 40, 98 sobre el poder “monopólico”, 150), o pasajes que parecen de la escuela austríaca, acusando a la banca de sobrefinanciar (pág. 57) o criticando el sistema de reserva fraccional (pág 71, 148). Ellos dicen que el libre comercio no trae la prosperidad, pero no de por sí sino porque no hay verdadera libre competencia (pág 187). En la pág 85 se desvinculan de la explicación neoclásica del papel de los salarios, sólo para exponer la posición de Keynes, al que reivindican expresamente en la pág. 88. Es verdad que todo algo salpimentado con alguna excentricidad al gusto pequeño burgués, con su “producción local” (pág 198), o las “monedas locales” (!, pág 151).

La teoría del subconsumo, favorita del reformismo
Estas ideas no son nuevas. Es otra formulación de la explicación de las crisis capitalistas por el subconsumo. En pocas palabras, esta explicación achaca la crisis a que como los trabajadores ganan poco, no pueden comprar su propio producto, que queda sin vender y eso causa la crisis. Desde su primera formulación por Sismondi, la teoría del susconsumo ha sido la favorita de todos los que pretenden un capitalismo “con rostro humano”, ya sean reformadores burgueses como Keynes o burócratas sindicales como los de CCOO y UGT (cuyo documento posterior a la huelga general del 29S, “Recuperar derechos y defender el estado social”, repite los argumentos del trío).
Es que si la crisis se debe a la caída de la demanda debida al paro y los bajos salarios, la resolución de la crisis vendría de la mano del aumento de los salarios, las pensiones, los subsidios de desempleo, de los gastos del estado que contrataria a desempleados para obras públicas, etc. Todas estas medidas, deseables y necesarias para que la clase trabajadora no caiga en la degradación, se vuelven “presentables”, dejan de ser medidas contra el capital y se presentan en su lugar como la forma de superar la crisis capitalista y por lo tanto como deseables también por los propios capitalistas. El subconsumista Keynes planteó siempre así la cuestión.
El trío piensa que la bajada salarial hace disminuir la demanda total (pág. 121). Marx mostró como la caída de la parte correspondiente a los trabajadores no hace sino aumentar la correspondiente a la burguesía (plusvalor); la demanda que se reduce por parte obrera es demanda, poder de compra que crece por parte burguesa. Este poder de compra se divide en el gasto de consumo de los capitalistas y gastos de inversión. Por lo tanto, la demanda global no se reduce, aunque si cambia su estructura. Precisamente, el aumento del plusvalor podría aumentar la demanda de bienes de equipo si es que va a haber inversiones. El trío critica a los empresarios por no invertir. Pero ¿por qué no invierten? Precisamente porque no se ha recuperado lo suficiente la tasa de ganancia. Aquí está la madre del cordero.

La caída de la tasa de ganancia y sus consecuencias
La fórmula marxista de la tasa de ganancia es bien conocida. g= p/K, donde g= tasa de ganancia o de beneficio, p= plusvalor y K= capital total invertido. También puede escribirse g= p´/(COC + 1), fórmula que resulta de dividir numerador y denominador por el capital variable. p` es la tasa de plusvalor o tasa de explotación. COC es la composición orgánica del capital, es decir, la relación entre el valor del capital constante (edificios, máquinas, materias primas) sobre los salarios. Existe una tendencia de la COC a crecer, por lo que hay una tendencia constante de la tasa de ganancia a caer. Aumentar la tasa de explotación y abaratar el capital constante, tanto fijo como circulante, así como aumentar la velocidad de circulación del capital (porque la K de la primera fórmula es el conjunto del capital invertido y no el gastado cada año), son los mecanismos por los que los capitalistas luchan para contrarrestar esta tendencia al descenso. Todos ellos encuentran límites pronto, de tal manera que el método privilegiado va siendo la elevación de la tasa de explotación, extraer más trabajo no pagado de cada trabajador.
Esto sólo tiene sentido si tomamos en cuenta que es sólo y exclusivamente el trabajo no pagado de los trabajadores productivos el que crea plusvalor, que adopta la forma de beneficio (e interés). Las máquinas y materias primas no pueden más que transferir su propio valor al producto, sin aumentarlo un ápice.
El beneficio empresarial, el comercial y el interés bancario, los beneficios financieros, son las formas superficiales del plusvalor, que sólo se extrae de los trabajadores productivos y que después de reparte entre los distintos sectores de la clase capitalista. Es por eso que sólo el aumento de la explotación puede proporcionar beneficios suficientes para todos.
La crisis capitalista tiene como base el hecho de que, a una tasa de explotación dada, el trabajo no pagado de la clase trabajadora no es suficiente para valorizar la masa de capital que debe rentabilizar, que aumenta rápidamente de modo que el aumento de la tasa de explotación llega un momento que no puede contrarrestarlo. En la superficie, las crisis capitalistas, causadas por la falta de rentabilidad del capital, siempre aparecen como crisis financieras y se superproducción de mercancías y falta de demanda solvente. Pero la apariencia encubre la esencia, que la causa es que la tasa (y la masa) del plusvalor ha ido cayendo hasta un punto en que se detiene la acumulación, se para la inversión, y estalla la crisis.
Las crisis no sólo son consustanciales al capitalismo, también le son necesarias. El capital sale de la crisis no sólo aumentando el numerador (aumentando el plusvalor) sino también disminuyendo el numerador (haciendo desaparecer masas enormes de capital no rentable). Esto puede suceder de forma “económica”, con bancarrotas, paro masivo y salarios por los suelos, que restauran la rentabilidad del capital (es lo que ocurría en el siglo XIX), pero el capital tambiénpuede reducirse por la vía de la eliminación física tanto de máquinas como de personas, es decir, las guerras mundiales. No que no ocurrió nunca, pese al mito subconsumista, es que se saliera de una crisis capitalista mediante el gasto público, pues éste procede del plusvalor y se gasta improductivamente. Las medidas keynesianas de Rooselvelt (o el “keynesianismo militar”nazi) no resolvieron la crisis, sólo estaban al servicio de evitar la revolución proletaria. La Gran Depresión de 1929 sólo fue superada por el capitalismo mediante la IIª Guerra Mundial.
La teoría del trío se puede resumir en que los capitalistas no saben lo que les conviene. Los sindicatos y los economistas “críticos” en el fondo serían los mejores amigos de la patronal ya que son los que le indican a ésta el modo de salir de la crisis capitalista y acabar (como resultado y no como premisa) aumentando sus beneficios.
En realidad, la burguesía tiene una aguda conciencia de sus intereses. Todas las medidas que impulsa, y esto desde hace casi treinta años, van en el mismo sentido, el de aumentar la tasa de ganancia. Por ejemplo, el trío repite una y otra vez que la redistribución de la renta nacional en beneficio de los patrones y contra los trabajadores que se ha dado estos últimos años es lo que ha causado la crisis (pág. 30). ¡Algo así como que la causa de la crisis son las altas ganancias! En realidad esto lo que muestra es la profunda decadencia del capitalismo: ¡ni siquiera esa redistribución de la renta nacional en su beneficio le permite volver a funcionar, necesita aumentarlmucho más la explotación! En la página 59, el trío ingenuamente dice que las reivindicaciones de la gran patronal, que “mercados” e instituciones europeas exigen a los gobiernos, no “tienen relación con el origen de la crisis”. En la pág. 64 dicen que el FMI ha apoyado a las clases dominantes “con la excusa de salir de la crisis” pero un poco más abajo admite que sus medidas han conseguido aumentar los beneficios capitalistas. ¿Qué otra cosa significa “salir de la crisis” para el capital?

Ejes de una alternativa anticapitalista
El programa del trío no sirve para salir de la crisis. De la crisis capitalista sólo se puede salir como piden la UE, el FMI, etc, aumentando astronómicamente la explotación, destruyendo toda conquista de los trabajadores. En conclusión, la clase trabajadora no debe plantearse un programa para salir de la crisis capitalista, sino ¡un programa para salir del capitalismo!
En lugar del programa reformista de apuntalamiento de un capitalismo que se derrumba, de lo que se trata es de levantar un programa que pueda ser asumido por la clase trabajadora y los demás sectores explotados y oprimidos, que la ayude a avanzar no en obligar a la clase dominante a ceder aquí o allá, sino a derrocarla e instaurar su propio poder.
Desde luego, el programa debe incluir todas las reivindicaciones económicas de la clase trabajadora. La defensa y extensión de todas las conquistas, de todos los “derechos sociales” adquiridos es premisa de conseguir otros avances. Por salarios más elevados, por SMI de 1200 €, por bajar la edad de jubilación, subir las pensiones, cobertura indefinida para todos los desempleados, sanidad pública que lo cubra todo, parque de viviendas públicas en alquiler obtenido expropiando las viviendas vacías propiedad de la banca, etc.
También debe incluir todas las consignas democráticas. Pero no se puede hablar de minucias como referéndums y leyes electorales sin primero recordar que el jefe del estado no es elegido y fue puesto por Franco. Que hay una ley que impide la legalidad de partidos de masas por motivos ideológicos, la Ley de partidos. Y que la Constitución consagra la unidad forzosa de España. Incluso si la mayoría de la población en las naciones incluidas en su territorio deciden otra cosa, la Constitución encarga al ejército, no al gobierno o el parlamento, que lo impidan. Legalidad de todos los partidos, república, autodeterminación son el resumen de la democracia consecuente contra este régimen.
Pero no basta con reivindicaciones como éstas. Hacen falta también reivindicaciones excepcionales, a tono con la situación que estamos viviendo. Hacen falta medidas que atajen los problemas sociales sin tener respeto por la sacrosanta propiedad privada.
Los trabajadores deben reaccionar ante la oleada de despidos, ante el despotismo de la patronal en el lugar de trabajo. En lugar de la cogestión, que consiste en la corresponsabilidad de los trabajadores con las decisiones de la patronal, sometidos a la disciplina de los consejos de administración, abogamos por el control obrero sobre la producción, contratación y distribución. Esto implica que la representación de las plantillas en las empresas tanto públicas como privadas deben tener poder de veto sobre todas las decisiones que les afecten, contratación, despidos, etc. Deben tener acceso total a las cuentas, con abolición del secreto comercial y bancario. El control obrero poco a poco irá dando lugar a la gestión obrera por el conjunto de la clase (y no empresa por empresa) de toda la economía.
Aunque el programa del comunismo es la expropiación total, esa es la perspectiva a largo plazo tras la toma del poder. Pero la expropiacion sin indemnización de la banca y las grandes empresas es una medida necesaria desde ya. Una medida que pondría en manos del estado los recursos necesarios para recuperar y superar todas las conquistas sociales.
Hay que luchar desde ya por imponer este programa mediante la acción directa. Pero el programa sólo se puede aplicar desde el poder. Sólo un gobierno de los trabajadores, de la industria y las oficinas, de la ciudad y del campo podría aplicarlo. Un gobierno que no podría hacerlo si no rompe con la UE y el euro, pero no en nombre de los “intereses nacionales” sino del internacionalismo, llamando a la formación de una Europa socialista de los trabajadores y los pueblos. Un gobierno que tendría como horizonte llegar a la verdadera superación de la sociedad actual, el comunismo, una sociedad sin propiedad privada, sin estado, sin dinero, la sociedad de los productores y productoras asociados.
¿Cuál debe ser el agente del cambio? El Movimiento 15 M ha tenido un papel progresista al detonar la movilización y cambiar la situación de apatía. Pero es totalmente impotente para cambiar la situación. Esto es así porque es un movimiento ciudadano, interclasista, que busca (y obtiene) la alianza con sectores de la burguesía. Lo que hace falta es un movimiento de clase, no un movimiento ciudadano. Esto sólo es posible si la clase trabajadora se une y se separa de cualquier sector de las clases explotadoras. El trío habla de “contrapoder” en las plazas (pág 202), pero quieren integrar a la clase trabajadora en la administración capitalista de las empresas, mediante la “cogestión” al estilo alemán (pag 40, 217). Por el contrario, la clase trabajadora necesita unirse. Necesita echar a la burocracia procapitalista de los sindicatos, democratizándolos y separándolos del estado, para recuperarlos como herrramientas para luchar por sus intereses inmediatos. Hay que establecer la solidaridad entre los distintos sectores (fijos y eventuales, públicos y privados, nativos y extranjeros, ocupados y parados). Una clase trabajadora unida así no sólo es invencible, sería un imán capaz de atraer a su lado a los sectores explotados, autónomos, pequeños campesinos, pequeña burguesía, etc.
Pero para ganar a la clase trabajadora a un programa así hace falta que los que lo comparten se organicen. Esta es la justificación de la necesidad ddel partido revolucionario. Es que este programa, el programa del comunismo obrero, el programa de Marx y Engels, el programa de Lenin, tanto tiempo olvidado, ha sido mantenido vivo por los pequeños fragmentos que no han claudicado de la organización que se fundó en el momento más negro de la historia para defenderlo: la IVª Internacional. Esa fue la gran tarea histórica de Trotsky. La constitución de la unidad revolucionaria de la clase trabajadora es otra forma de decir la construcción de un partido obrero comunista revolucionario internacionalista, organizado de forma centralista democrática, sección nacional de la IVª Internacional reconstruida.
Es que lo que la clase trabajadora y la mayoría explotada y oprimida del planeta necesitan es un programa de lucha, no contra una determinada política -neoliberalismo- o un síntoma -especulación financiera- sino contra el propio sistema capitalista, que en sus estertores de agonía amenaza con llevar no sólo a la humanidad sino al mismo planeta Tierra al desastre. Este texto es una aportación a ir elaborando ese programa. Es nuestra convicción que “Hay alternativas” no lo es.

Grupo de Sevilla del Grupo de Comunistas Internacionalistas (GCI)
18 diciembre 2011

2 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo, saludos de un compa de Izquierda Anticapitalista-Cádiz

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  2. Estoi de acuerdo con ustedes en gran parte del escrito, pero no comparto que metais a izquierda unida en el mismo saco, creo que ustedes, deberiais de estar dentro de la unica izquierda real con representacion parlamentaria que tenemos.
    A mi me gustaria haber seguido como partido comunista, pero Julio nos la metio dobla.

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