LA
“RENTA BÁSICA UNIVERSAL”, UNA CATAPLASMA REFORMISTA PARA EL
CAPITALISMO
De
izquierda a derecha y de arriba abajo: Tom Paine, primer defensor de una renta básica.
Philippe Van Parijs, actualizador de la idea. Daniel Raventós y Toni
Domènech, sus partidarios españoles. Logo de la Red Mundial por la
Renta Básica Universal.
La
crisis de 2007-8, la segunda
más profunda en la historia del capitalismo,
inagura toda una etapa depresiva salpicada por nuevas crisis cada vez
más profundas. El capitalismo está más en entredicho que nunca
desde 1917 y la Gran Depresión. Pero esta tormenta ha estallado en
medio de la más terrorífica
confusión en el movimiento obrero y popular, incluyendo sus
vanguardias. La forma como
las direcciones en bloque de los partidos obreros y sindicatos, tanto
las socialdemócratas como las stalinistas “reconvertidas” tras
la caída del Muro han desorientado profundamente a la clase. Como
resultado, las primeras respuestas que surgen desde abajo se
caracterizan por no poner en cuestión al capitalismo, siquiera sea
retóricamente como hacían las direcciones anteriores. Por eso no es
extraño que resurjan todo tipo de soluciones
“mágicas” a los males del capitalismo.
La “Renta Básica Universal” (en adelante, RBU) es una de ellas.
”Renta
Básica Universal” ¿En qué consiste?
Ante
el galopante aumento de la desigualdad, frente a la acumulación de
miseria y frustración que la crisis capitalista está produciendo,
muchos están levantando la voz de alarma, incluso desde las filas de
los defensores del capitalismo (veáse Piketty). Múltiples
propuestas para evitar o suavizar la “exclusión social” han sido
levantadas, pero aquí nos referimos a una muy concreta, la que en
España se conoce como “Renta Básica Universal” (tiene otras
traducciones en Latinoamérica, como “Ingreso ciudadano”
universal).
La
RBU sería un ingreso monetario asignado por el estado de forma
incondicional (sin importar situación laboral, ingresos o
riqueza del perceptor o perceptora) a todo/a ciudadano/a (y a los/as
inmigrantes bajo ciertas condiciones), y equivalente al nivel de
pobreza establecido en un país (el 50% de los ingresos medios). La
idea es que se pueda vivir sólo con la RBU, aunque se espera
que la gente seguiría buscando trabajo para mejorar sus condiciones.
La renta básica no es incompatible con cualquier otro derecho
monetario como pensiones, etc, sólo que se lo que se pagaría en
estos conceptos sería la diferencia. La renta básica la
cobrarían todos, incluyendo los sectores más ricos. No
obstante, se espera que la RBU tenga un papel redistributivo pues
estos sectores pagarían en impuestos para la RBU más de lo que
recibirían, mientras que lo contrario sucedería en la mayoría de
la población.
La
propuesta fue lanzada originalmente en 1986 por el profesor belga
Philippe Van Parijs, quien es el principal animador de una
organización internacional que tiene el objetivo de promover este
plan, la BIEN (Basic Income Earth Network). Otro de sus portavoces
más notables es el británico Guy Standing, teórico del
“precariado”. La organización afiliada en España está liderada
por Daniel Raventós y Antoni Domènech, exdirigentes respectivamente
de la LCR y del PSUC. Raventós especialmente ha popularizado la idea
en España y Latinoamérica a través de su revista digital “Sin
Permiso”. Esto le da en España un colorido especialmente
“rojo” pero, como sus mismos partidarios no dejan de recordar, no
es el predominante en la BIEN. Raventós reivindica a los “marxistas
analíticos” (que analizan mucho pero no tienen nada de marxistas)
pero Parijs es “libertario de izquierdas” y muchos de los
miembros y apoyos de la BIEN pertenecen a la izquierda reformista
(Brasil), la centroizquieda (Argentina) o incluso la derecha abierta
(Suiza, Finlandia).
¿Porqué
una RBU en lugar de ir al pleno empleo, “empleo garantizado” o
subsidio de desempleo indefinido hasta encontrar trabajo?
Los
partidarios de la implantación de la RBU la justifican diciendo que
no es realista hablar de “pleno empleo” porque los avances
tecnológicos hacen imposible conseguirlo, la única solución
realista para una vida digna para todos y todas sería la RBU. Un
argumento totalmente misántropo.
La
tecnología como tal no “destruye empleos”. Al disminuir el
tiempo de trabajo necesario para producir cualquier bien, “destruye
empleos” bajo el capitalismo pero sólo porque en este sistema la
única razón para contratar a alguien es por el trabajo no pagado
que rendirá (y el conjunto del trabajo, pagado y no pagado, para
producir una mercancía dada se ha reducido por el avance
tecnológico). Desde un punto de vista socialista, sin embargo, la
reducción del tiempo de trabajo necesario para producir un mismo
bien es la base para plantear la reducción de la jornada laboral
sin disminución de la retribución y, por esta vía, el reparto del
trabajo: hace falta trabajar menos para tener lo mismo. Por eso
la consigna “escala móvil de salarios y horas de trabajo” es
tan básica para un programa de transición al socialismo.
Pero
como los partidarios de la RBU ni se plantean superar el límite de
la sociedad capitalista salvo como ejercicio intelectual (como el
divertido ensayo de Parijs sobre la RBU como base de una “vía
capitalista al comunismo”), como su objetivo es convencer a
partidos políticos, tanto obreros como burgueses, para que ganen
elecciones e implanten la RBU por ley desde un gobierno, burgués por
supuesto, la idea del reparto universal del trabajo y la disminución
radical de la jornada laboral sin por ello reducir el ingreso les
parece pura ciencia ficción.
Presupuestos
filosóficos de la RBU
La
RBU no es una simple medida que pueda adoptar gente con puntos de
vista muy distintos, aunque también sea esto y sus seguidores/as no
se cortan en señalarlo (veáse la cantidad de economistas, políticos
y partidos de derechas, liberales y procapitalistas que la han
adoptado). Los teóricos de la RBU (Parijs y Raventós muy
señaladamente) insisten siempre en que la RBU es una consecuencia
lógica del republicanismo consecuente.
El
“republicanismo” es la teorización de que la sociedad está
mejor si se constituye en un cuerpo político basado en la
ciudadanía, es decir, en una colectividad igual en derechos y
deberes, en la que cada uno/a tiene el derecho y la posibilidad de
participar en los asuntos públicos. Siempre hubo dos tipos de
republicanismo, el elitista y el democrático, según si concedía la
ciudadanía a una parte o al conjunto de la población de la
comunidad política de que se trate (de la polis griega al estado
democrático moderno). Pero para todos los republicanos, desde
Aristóteles a Robespierre, o a Tom Paine, el enemigo siempre fue
la desigualdad en la riqueza y la existencia de una minoría tan
rica (o bien de una mayoría tan pobre) que convierta el derecho
igual de todos y todas a participar en una burla. Esta es la razón
de la insistencia de la burguesía “progresista”, los neo y
postkeynesianos, la burocracia sindical, los partidos
socialdemócratas, ATTAC, Podemos y demás en hablar de las
“desigualdades”.
Como
se sabe, el comunismo de Marx parte de la crítica radical a
esta concepción, de desnudar el carácter ilusorio de esta comunidad
política “libre” en la que la igualdad sólo se produce en el
ámbito público, pero luego se sale del ágora, cada ciudadano o
ciudadana se retira al ámbito privado y resulta que unos son
capitalistas y otros tienen que vender su fuerza de trabajo para
vivir. Esto produce desigualdades, pero la base, el problema es la
existencia de la propiedad privada, el monopolio en manos de una
clase social del control sobre los medios de producción.
La
consigna de “reducir las desigualdades” es el programa utópico
de los jacobinos, que no haya ni grandes capitalistas ni
proletariado. Que todo el mundo tenga de qué vivir dignamente, que
todos y todas sean campesinos/as, tenderos/as, profesionales
liberales -o bien que todo el mundo reciba una renta básica, como
pidió Tom Paine, el precursor de Van Parijs. Por el contrario, la
consigna comunista es “abolición de la propiedad privada”.
El comunismo surgió cuando jacobinos como Babeuf se dieron cuenta de
que mientras exista la propiedad privada volverán a recrearse las
desigualdades y por eso de lo que se trata es de implantar la
comunidad de bienes. Eso es lo que se llamó comunismo. Los Raventós,
Domènech y demás, al defender la RBU están retrocediendo del
marxismo, no un paso, al socialismo utópico, sino dos, a la
democracia burguesa radical del siglo XVIII. Y eso que ellos se
consideran muy modernos.
¿Se
puede acomodar la reivindicación de una RBU en un programa
anticapitalista?
No.
En un programa anticapitalista se incluyen reivindicaciones de
reducción de la jornada laboral siin disminución salarial, de
escala móvil de salarios y horas de trabajo, de reparto de trabajo y
también de subsidio indefinido de desempleo hasta encontrar trabajo,
pero la RBU tal como la plantea la BIEN es un elemento extraño a tal
programa.
Nuestro
problema no son las habituales objeciones sobre que sería caro, que
la gente no buscaría trabajo, etc. la RBU no es distinta
cualitativamente de otras políticas redistributivas del ingreso. Sus
partidarios tienen preparada una alambicada argumentación contra los
subsidios “condicionados” del estado del bienestar frente a los
cuales la renta básica sería una ventaja porque ahorraría aparato
administrativo (en serio, usan este argumento, que es el preferido de
los liberales que han retomado la idea). Pero condicionado o no, un
subsidio es un subsidio. ¿Quién lo paga?
En
los textos sobre la RBU suele haber una discusión sobre que además
del trabajo asalariado existe el trabajo voluntario, el trabajo
doméstico y de cuidados, etc. Todo cháchara sin sentido. La RBU es
dinero, que el estado paga sin obtenerlo de medios propios. Si
suponemos que se paga mediante el impuesto (es la hipótesis de la
RBU), porque si se pagara emitiendo moneda sería pura inflación,
entonces la RBU procede de los salarios y los beneficios, únicas
dos fuentes frescas de renta en la sociedad capitalista (los
productores simples de mercancías son insignificantes).
La
parte de la RBU que se paga mediante una punción sobre los salarios
implica que la parte ocupada de la clase trabajadora subvenciona a la
parte desempleada.
La
punción sobre los beneficios no será bienvenida por el capital; si
la causa de la crisis es precisamente la caída de la tasa de
beneficio, no van a permitir medidas que lo disminuyan aún más.
Pero la cosa no es tan simple. En España la burguesía ha
mostrado su habilidad para conseguir que la financiación pública
recaiga sobre todo en los salarios, dado que son expertos en el
fraude fiscal. Pero este no es el argumento fundamental. Es que si
todo el mundo recibe una RBU igual al valor del trabajo no
especializado, eso quiere decir que los gastos salariales de las
empresas serán sólo lo que queda por encima de este valor mínimo.
Es decir, el estado estará subvencionando a las empresas. Si un
trabajador no especializado que no va a tener descendencia necesita
para mantener y reproducir su fuerza de trabajo digamos, 100 al mes,
si este es el nivel al que se coloca la RBU (y si es por debajo,
claramente sería una especie de ayuda de beneficencia, no cumpliría
una de las condiciones de la RBU, la de que se pueda vivir sólo con
ella), entonces los salarios normales serían 100 + x, siendo x un
valor proporcional al gasto de formación y calificación de la
fuerza de trabajo de que se trate. El establecimiento de la RBU
significa la subvención a la empresa concreta de los 100. El capital
variable V que la empresa tendrá que adelantar para una fuerza
laboral de y será xy y no y(100 + x). Como la tasa de ganancia
es g´= p/(C+V), ceteris paribus (si todas las demás condiciones no
varían) vemos que aumentaría. Claro que se puede objetar que
lo que la empresa recibe mediante esta subvención indirecta (el
dinero no se le paga a la empresa sino directamente a la plantilla)
lo pierde vía los impuestos que tendría que pagar para hacer
posible la RBU. Pero de nuevo, esto es no comprender como funciona el
capitalismo. Si tuvieran que pagar más de lo que reciben,
directamente no contratarían.
Con
esto en mente, se comprende el carácter absurdo de los argumentos de
los Raventós y Cía (otros teóricos de la RBU nunca levantan esta
idea) sobre que la RBU es una especie de “caja de resistencia para
huelgas”, que da más poder de negociación a la clase trabajadora.
El efecto inmediato de la implantación de la RBU sería la caída
generalizada de los salarios. Incluso algunos partidarios
liberales de la RBU la proponen como una medida para elevar los
beneficios y salir de la crisis. Sectores mayoritarios de la
burguesía, sin embargo, la ven con desconfianza porque no deja de
ser un enorme gasto improductivo del estado, que sólo se
convierte en un acicate del aumento de los beneficios en la medida
que se gaste en la parte empleada de la población, pero es puro
gasto improductivo cuando se gasta en la parte que seguirá
desempleada (que es pequeña en otros países pero inmensa en
España). Tímidamente, algunos defensores de la RBU plantean que
incluso en este caso la RBU reanimaría la economía porque
aumentaría el poder de compra. Pero este argumento, ligado a la
explicación subconsumista de la crisis, lo podrán levantar Alberto
Garzón, Juan Torres o Vicenç Navarro, pero no un anticapitalista
coherente. Incluso no la levanta el propio Raventós.
La
“ventaja” de la RBU según sus partidarios es precisamente su
aspecto más reaccionario. Ellos dicen que la RBU se concibe como un
nuevo derecho ciudadano, como el del voto. Todos y todas, tienen
derecho a ella sin distinción de clase social. Precisamente.
Desde un punto de vista anticapitalista lo que hay que pedir es un
subsidio de paro indefinido. Se podría decir que es lo mismo pero
no. Porque subsidio de paro indefinido implica que se le paga al o la
que se ha quedado desempleado/a. Y si se ha quedado desempleado/a, es
que es un/a trabajador/a. La consigna implica que la clase
burguesa, que sigue en el poder, tiene que sostener a la clase
trabajadora en su conjunto; no vale con que sólo pague a la
parte que le procura beneficios y mande al diablo al resto. Es una
consigna que fortalece la conciencia de clase. Le exigimos al
estado (burgués) que sostenga a la parte desempleada de la sociedad,
con recursos extraídos fundamentalmente de la burguesía. En
lugar de pedir que se le pague una RBU hasta a la burguesía,
luchamos por su expropiación. Y tras ella, la implantación del
principio socialista: el que no trabaja no come. Porque la sociedad
emancipada no es la de los individuos autónomos que desarrollan su
libertad gracias a la independencia económica que le proporciona su
riqueza particular o cobrar la RBU, como es el ideal republicano,
sino la sociedad formada por la comunidad que colabora en la
producción social, bajo el lema de cada cual según su capacidad, a
cada cual según sus necesidades. Es decir, el comunismo.
Grupo
de Comunistas Internacionalistas, 10-V- 2015
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