martes, 24 de noviembre de 2015

DE CARA AL 20 DE NOVIEMBRE:

PELEA A CARA DE PERRO POR EL ESPACIO “ALTERNATIVO”
PODEMOS Y UNIDAD POPULAR (EX“AHORA EN COMÚN”):
BAJO LA SOMBRA DE TSIPRAS


Vodevil, culebrón... han sido epítetos que se ha merecido el proceso de conversaciones, acercamientos y desencuentros entre IU y Podemos desde el pasado verano, en búsqueda de la “confluencia”. Finalmente, dos candidaturas distintas, Podemos (con algún añadido en ciertos territorios) y Unidad Popular (antes, Ahora en Común), se enfrentarán en las próximas elecciones del 20D al bipartidismo y al partido del IBEX35, Ciudadanos. ¿Porqué no se unieron las dos candidaturas?

Las elecciones municipales del pasado 24 de mayo se celebraron en una coyuntura política especial para la izquierda. Después de la aparición de Podemos en las europeas de junio de 2014 pero sabiendo que este partido había acordado en su asamblea de Vista Alegre (1-X-2014) que no se iba a presentar como partido, en muchos lugares se formaron agrupamientos amplios para presentar candidaturas. Estos agrupamientos, conocidos colectivamente como “ganemos” (por el nombre del primero, “Guanyem Barcelona”; al final el nombre tuvo que ser abandonado porque alguien lo legalizó y confiscó) se presentaban como movimientos “ciudadanos”, asamblearios, no ligados a partidos. Pero desde el punto de vista político generalmente representaban una alianza de facto entre IU y Podemos. El éxito electoral que cosecharon, ganando la alcaldía de ciudades clave (Madrid, Barcelona, Vigo, Cádiz, Zaragoza...) planteó la cuestión de repetir la fórmula en las generales.

Podemos en decadencia
Este éxito en las municipales del 24M permitió a IU recrudecer sus llamamientos a Podemos para una candidatura unitaria de cara al 20D. Para IU se trata de una cuestión vital, no sólo para no desaprovechar la posibilidad de desbancar al bipartidismo sino por pura supervivencia. Es que todo indica que sin unidad, IU podría desaparecer desde el punto de vista parlamentario después de las próximas generales.
Podemos al principio replicaba a la defensiva. Pablo Iglesias se apresuró a blindar la resolución de Vista Alegre convocando un referéndum interno en julio que ganó por goleada con la postura contraria a cualquier reagrupamiento, pero al precio de una participación mínima, de apenas el 11% de la militancia “oficial”. Pero el fracaso estrepitoso el 27S de “Catalunya sí Que es Pot”, una candidatura conjunta entre Podemos, ICV y EUiA (IU catalana) le volvió a dar confianza a sus líderes para defender su línea: Podemos sólo se presentará a las elecciones generales en papeletas con su logo. Podemos huye como de la peste de un acuerdo con IU que la haga aparecer como parte de la “unidad de la izquierda” en favor de seguir levantando el discurso interclasista y ciudadanista de “ni de derechas ni de izquierdas”. Después de las municipales y autonómicas en las que en general Podemos ha sido un socio más en los acuerdos entre IU y PSOE para formar gobiernos alternativos al PP, los Errejón, Bescansa y cía piensan que han quedado demasiado identificados en la conciencia general con la izquierda y que hay que volver al discurso que los puede colocar en la “centralidad del tablero político”. Su desesperación va en aumento en la medida que las encuestas crecientemente muestran que el sueño de ganar las próximas elecciones no se va a cumplir, que les queda por delante una travesía del desierto.

Ahora en Común” (actual “Unidad Popular”)
En medio de estos llamamientos de IU a Podemos en favor de la unidad, el 7 de julio apareció un manifiesto titulado “Ahora en Común” (AcC)”, llamando a constituir un agrupamiento ciudadano de cara a las elecciones. Aunque su aparición vino como agua de mayo para IU (Alberto Garzón no tardó en hacer votar en IU que se presentaría a las primarias de AeC, lo hizo el mismo día siguiente de la asamblea estatal de AeC, el 13 de septiembre), no se trataba de una iniciativa originada en la coalición. El grupo de iniciadores de AeC es bien conocido: lo encabezaban Isidro López y Enmanuel Rodríguez, profesores universitarios madrileños conocidos por sus libros, firmados como “observatorio metropolitano” y publicados por Traficantes de Sueños, una editorial es a la vez un agrupamiento político que estuvo en el origen de Ahora Madrid. Los propios López y Rodríguez se presentaron en la lista de Podemos para la asamblea de Madrid (López salió elegido). El jefe del grupo, Pablo Carmona, es concejal por Ahora Madrid.
Este grupo defiende la “confluencia” pero dentro de un marco ideológico muy claro: los partidos son “vieja política”, los intereses de clase ya no son relevantes, de lo que se trata es de levantar una “alternativa ciudadana” “de base”. En la medida que elaboran un programa sus reivindicaciones son más democracia y medidas contra la especulación inmobiliaria. Hablan de democracia directa sin romper con el régimen y ni piensan en acabar con el capitalismo (Rodríguez acaba de unirse a la larga lista de los que publican libros pidiendo una “revolución democrática”. De socialismo, ni pío). En suma, no hay ninguna diferencia de principios con Podemos (de hecho, militan ahí) ni, por cierto, con IU. Pero sí había una diferencia táctica, que ha sido la que ha llevado a que abandonen AeC el 27 de septiembre y obliguen por lo tanto al proyecto a legalizarse de nuevo con otro nombre: Los “traficantes de sueños” no quieren partidos políticos. Más allá de la crítica obvia, el “antipartidismo” encubre que se trata de una pequeña camarillita informal que pretende patrimonializar el proyecto pero no puede hacerlo por falta de gente, lo importante es que desde el punto de vista programático, el “observatorio” que “trafica” con “sueños” no se diferencia en nada de Podemos ni de IU.
Independientemente de lo que tuvieran en la cabeza los firmantes del primer llamamiento, AeC empezó a crecer, el 12 de septiembre realizó una asamblea estatal en Madrid que reveló tanto la fuerza (mil asistentes) como la debilidad del movimiento; se acordó hacer primarias para elegir candidatos a presidencia del gobierno, Congreso y Senado. Pero no se votó programa. Sólo 6 días después, a escondidas, se legalizó el partido.

IU intenta resucitar
Claro, los que rellenaban las asambleas y reuniones de AeC no eran “masas ciudadanas” “apartidistas”, entusiasmadas con el proyecto. Se trataba sobre todo de la militancia de IU. Al principio, las inacabables discusiones y peleas hacían sospechar que había “infiltrados” de Podemos sembrando cizaña. Pero resultó que la explicación era más simple, como toda IU estaba en AeC las distintas “familias” y “sensibilidades” de esta coalición, muy notablemente el ala de extrema derecha de Llamazares, continuaban su lucha interna en público, en AeC.
Para IU, AeC es lo que esperaba. Le permitió presentarse como parte también de la “nueva política”, esconder sus siglas, buscar aliados y seguir emplazando a Podemos a una candidatura común. Nosotros ya dijimos que esto podía darle una sobrevida a IU (ver aquí). Cuando el 6 de octubre Podemos pronunció su rechazo final, IU ya tenía donde meterse. Para poder legalizarse, tras la estampida de los “traficantes”, AeC se ha cambiado el nombre por Unidad Popular, que es precisamente la formulación que Alberto Garzón venía proponiendo desde antes de la aparición de AeC.

Sindicalistas por la Unidad Popular”
En medio de este proceso surgió el llamamiento a constituir reuniones específicas de “Sindicalistas por la Unidad Popular”, a partir de una reunión en Madrid en julio. Se trataba, según dicen sus materiales, de que los sindicalistas y en general la propia clase trabajadora interviniera en política, se hiciera la protagonista de sus propias reivindicaciones, que no sean otros los que hablen por ella.
Esta iniciativa era muy interesante pero estaba lastrada por dos graves problemas.
El primero es que toda su verborrea sobre “trabajador vota trabajador”, sobre la necesidad de que la propia clase trabajadora asuma la política, que los sindicatos no se queden en el economicismo, la polémica contra la ideología “ciudadanista” de Podemos que se escuchaba en sus reuniones, al final se queda en nada. Porque Sindicalistas por la Unidad Popular no es una iniciativa intersindical para levantar una candidatura obrera a las elecciones generales. Si fuera así, sería un gran paso adelante en la tarea estrictamente necesaria de transformar a la clase trabajadora en sujeto político, incluso si se hiciera al principio con un programa reformista. Pero no hay nada de eso, Sindicalistas se ha concebido desde el principio como un “área” de Ahora en Común; en cada provincia Sindicalistas presentó listas para las primarias de AeC. Por lo tanto, nada de “candidatura obrera”, sino ingrediente “obrero” (mejor, sindical) para una candidatura que, como la de Podemos, se presenta como “ciudadana”, por tanto, interclasista.
El segundo problema es que Sindicalistas está lleno de sindicalistas, es cierto. Pero muchos de ellos no son los que han impulsado las luchas sino todo lo contrario. Sindicalistas por la Unidad Popular está lleno de burócratas. Por eso en sus materiales se piden cosas muy “izquierdistas”, la república, lo que sea, pero en ningún momento se hace la crítica de los pactos sociales ni se critica el control de la burocracia y la ligazón con el estado de las confederaciones sindicales. Es que muchos sindicalistas de la burocracia de CCOO, miembros o no del PCE e IU han entrado aquí. Y las organizaciones trotskystas que participan, POSI y Corriente Roja, han acordado con ellos una “amnistía”, suspender temporalmente las críticas. De este modo, un aspecto fundamental para el triunfo de las luchas y para ir avanzando en una alternativa política de la clase trabajadora queda bloqueado.
Si Sindicalistas por la Unidad Popular no ha tenido éxito en insuflar una posición de clase en AeC, sí lo ha tenido en tragarse a la izquierda que se reivindica revolucionaria. Corriente Roja, Lucha Internacionalista, POSI, Izquierda Anticapitalista Revolucionaria, El Militante (vía su participación en Ganemos CCOO, la corriente por la democracia interna en Comisiones), etc, se han incorporado.

Corriente Roja: difícil seguirle la pista
La táctica de Corriente Roja está siendo verdaderamente difícil de seguir. Primero entraron en Podemos (aunque casi les echaron de las primeras reuniones en Madrid por venir con “mochila ideológica”; la dichosa expresión la inventó Monedero para atacar a CR antes de que Iglesias la usase contra Garzón). Luego participaron en el agrupamiento de oposición en Podemos (“Andalucía desde Abajo”). Ahora han puesto toda la carne en el asador en “Sindicalistas por la Unidad Popular”, incluso dando la impresión desde fuera que se jugaban más que el PCE. Por esta vía, ahora están en las candidaturas de la Unidad Popular. Pero en Catalunya pertenecen a la CUP-CC. A ver quién lo entiende.
Está claro que CR ha caracterizado que una candidatura con IU sería lo mejor posible de cara al 20N. Hay mil temas que la harían imposible (a pesar del actual “izquierdismo” de IU en relación con la monarquía, la UE, etc) pero uno es clave. Si se critica a la burocracia sindical, no sólo no hay Unidad Popular, es que se revienta Sindicalistas por la Unidad Popular, porque aunque intente venderse como una iniciativa intersindical, con alguna gente de UGT, CGT, SAT y otros, su columna vertebral está formada por burócratas de CCOO cercanos de alguna manera a IU. Por eso CR se ha vuelto la abogada de la burocracia en Sindicalistas. Cuando Joe Molina, el sindicalista de CCOO, dirigente de Panrico, que han mantenido una tan larga y heroica lucha, discutía que había que incluir la lucha contra la burocracia, era precisamente A. L. Parras, dirigente de CR, quien le desaconsejaba hacerlo (ver aquí).
Supongamos que Parras tuviera razón. A fin de cuentas, no en todo momento todos los apartados del programa tienen la misma prioridad, y estamos en un momento en el que hay escasez de luchas obreras. Ahora mismo para la mayoría de trabajadores, el problema no es enfrentarse al freno de la burocracia sino al miedo y la desmovilización de los compañeros. Concedamos eso. Si es así, ¿no sería más fácil conseguir una candidatura que representase a sectores importantes de la clase a través de sindicalistas de CCOO si uno trabajara dentro? A fin de cuentas, hasta hace cinco años, CR tenía sindicalistas en CCOO. Y no cualquiera, tenía luchadores heroicos, prestigiosos, en importantes empresas (Magneti Marelli, UPS Vallecas, etc), que servirían de polo de atracción. Pero CR decidió que CCOO no era un sindicato, que era una empresa, que estaba totalmente corrupto, etc, todo eso que oímos a cualquier afiliado de Podemos... o en Intereconomía. Sacó a toda su gente de CCOO y empeñó todas sus fuerzas en construir otro pequeño sindicatito rojo, CoBas (Comisiones Obreras de Base) que, aunque admitamos que ha jugado un papel en Telefónica o entre los jornaleros de Los Rosales-Tocina, sigue siendo inédito para la mayoría de la clase obrera. Pero como sindicato que es, con sigla, afiliados, cotizaciones, listas en elecciones sindicales, etc, es visto como competencia por los afiliados de CCOO (y por los de CGT, etc). Su existencia se convierte en un obstáculo adicional par que los militantes de CR puedan dialogar con otros trabajadores para ganarlos a posiciones revolucionarias, que por definición no son sindicales sino políticas. Esta fue una de las razones para nuestra ruptura con CR (ver aquí). Creemos que la realidad nos da la razón.
Es inutil esperar una autocrítica de CR por este tema. El PRT-IR, predecesor de CR, transformó en su momento un buen trabajo interno en críticos de CCOO (paralelo al trabajo en otras centrales sindicales) en una fuente de desmoralización al convertirlo en la única vía de intervención sindical y sembrar ilusiones en la militancia en cuanto a la posibilidad de obligar a un giro a la izquierda de una corriente que estaba hegemonizada por un sector de la burocracia ávido de reconciliarse con la mayoría. A la dirección del PRT-IR le resultó fácil convencer a sus militantes del nuevo zig-zag de organizar un sindicato “rojo” ante el desánimo difundido tras la casi difuminación de crítiCCOOs. Hay que tener en cuenta que en la larga historia de la LIT en España, del PST a CR, los zig-zag sindicales, de UGT a CCOO, de CCOO a CGT, de CGT a CCOO, de CCOO a CoBas y de ahí a cualquiera sabe, han sido una constante.
Como lo han sido los zig-zag en la cuestión nacional. Hubo momentos en que el PST levantó críticas principistas muy correctas contra la política de la LCR, que trabajaba gratis para Herri Batasuna y sólo recibía puntapiés a cambio, por ejemplo en las elecciones europeas de 1988. Pero luego dieron un giro de 180%, con su incorporación a Iniciativa Internacionalista en 2009 y su incorporación a la CUP en 2015.
Es curioso, y desde luego significativo, que las dos organizaciones que se reivindican en España del morenismo, Corriente Roja (sección de la LIT) y Lucha Internacionalista (sección de la UIT) han seguido la misma táctica: en Madrid en Podemos, en Barcelona en la CUP. Esto es más importante que todas las declaraciones orales o en materiales internos sobre que su objetivo sea construir un partido estatal para enfrentarse al estado. En la vida real, militan en partidos por nacionalidades y por lo tanto, tácitamente llaman a los trabajadores a organizarse según líneas nacionales. La difunta LCR, poco antes de suicidarse por primera vez unificándose con el MC (para resucitar como el ave fénix con el nombre de Izquierda Anticapitalista y suicidarse de nuevo ante los pies de Pablo Iglesias) proclamó abiertamente ese principio: declaró a la LKI vasca y a la LCR catalana como partidos independientes de la LCR estatal (no lo hicieron con la LCR galega, canaria y andaluza sólo por su debilidad). Pero CR y LI están siguiendo los mismos pasos. Tanto CR como LI participaron en Iniciativa Internacionalista, la candidatura independentista vasca y catalana, nacionalista 100%, en las elecciones europeas de 2009. Es decir, están repitiendo la deriva nacionalista de la LCR casi calcada. El resultado es que, si la antigua LCR catalana está en Podem, Sabino Cuadra de la antigua LKI es diputado y puede arrancar hojas de la constitución pero no como miembro de una candidatura obrera revolucionaria sino como miembro de una candidatura abertzale interclasista, Amaiur. En cuanto a CR e LI, ni consiguieron salir en el Parlament catalán, ni conseguirán llegar al parlamento español, pero habrán apoyado candidaturas no clasistas, no anticapitalistas y no internacionalistas.

¿Programa? ¿Qué programa?
Hasta aquí el vodevil, el culebrón. Asambleas, referéndums, reuniones de mesa camilla entre Garzón y Pablo Iglesias, para llegar a que hay dos candidaturas distintas. Lo grave es que de lo que no se ha hablado en ningún momento es de programa. En ningún momento.
No lo decimos porque nos extrañe. En medio de esta crisis tan profunda, el punto clave de los programas es el de medidas económicas. Precisamente de cara a las últimas elecciones generales de 2011, los dos asesores económicos de Podemos, Juan Torres y Vicenç Navarro, coescribieron un libro con Alberto Garzón, “Hay Alternativas” en el que, como ya criticamos en su momento (ver aquí) exponen su opinión de que ni lo que está en crisis es el capitalismo como tal, ni son necesarias medidas anticapitalistas contra la crisis. Hay una unidad de principios entre ambas candidaturas. Es una unidad alrededor de la defensa del sistema capitalista, de levantar programas keynesianos. Por eso ni Podemos ni tampoco, a pesar de algún aspaviento, IU (y por tanto, Unidad Popular) han denunciado a Tsipras como el repugnante traidor que es.
Dentro de esta unidad de principios, es cierto que hay un matiz. Mientras IU en Unidad Popular está intentando acentuar sus rasgos “izquierdistas”, Podemos está girando aún más a la derecha, lo más rápido que puede.
En su entrevista en “El País” el 31 de octubre, Sergio Pascual, secretario de organización de Podemos, dijo que no piensan romper el acuerdo con EEUU sobre las bases militares, que la cuestión de la religión en las escuelas hay que verla con criterio “histórico”, entre otras lindezas...
Así, la campaña de Podemos para el 20D va tomando un perfil claro. Despojada de cualquier ambigüedad, es una campaña basada en el regeneracionismo burgués, cada vez más parecida a la de Ciudadanos, por más que se queje Errejón. Pablo Iglesias se presenta como candidato a la presidencia del gobierno (bajo la monarquía); su ministra de justicia será una jueza burguesa. Su ministro de Defensa, Julio Rodríguez, el antiguo Jefe del Estado Mayor con Zapatero, un defensor de los compromisos con la OTAN.
Alexis Tsipras constituyó su gobierno con un partido casi de extrema derecha, para tranquilizar a la burguesía sobre el alcance de su programa, para dejar claro que se trataba de un gobierno de colaboración de clases, de un gobierno de frente popular. Iglesias hace lo mismo, pero metiendo los personajes abiertamente burgueses dentro de su propio partido, que no por casualidad, a diferencia del de Tsipras, tiene desterradas la bandera roja o la hoz y el martillo.

¿Qué hacer ante las elecciones del 20D?
Se acabó el tiempo para legalizar candidaturas. Mucho nos tememos que no va a haber ninguna candidatura que levante audazmente las posiciones de clase del proletariado, que en voz alta denuncie que el calvario que está pasando la clase trabajadora y el conjunto de las clases populares tiene como causa la crisis más profunda del capitalismo en 86 años. Que como entonces, no hay más salida que acabar con el capitalismo -o este resolverá su crisis en medio de desastres y guerras inenarrables. Que para acabar con el capitalismo hay que enfrentarse con todo este sistema político, monarquía y constitución incluidos, y también con la Unión Europea. Que parecen enemigos formidables si no tomamos en cuenta que esta lucha no es sólo nuestra, es la del conjunto del proletariado internacional. Que son todas las masas populares del mundo las que se encuentran ante la misma situación, que su lucha, reforzada mutuamente, tiene posibilidades de llegar a la victoria. Que el obstáculo que se interpone entre la situación actual y esa victoria no es la fuerza del enemigo capitalista, con ser esta considerable, sino la insuficiente conciencia de la clase trabajadora.
Enemigos del parlamentarismo como somos, no pensamos sin embargo, que el voto no tenga importancia. Los resultados electorales son un elemento, y no insignificante de la correlación de fuerzas entre las clases. Frente al “PSOE, PP, la misma mierda es” siempre hemos dicho (por ejemplo, aquí y aquí) que los votos al PSOE vienen de la clase obrera, que no es lo mismo que uno gane o el otro desde el punto de vista de la clase, aunque su política sea igual. Como siempre dijimos que un aumento relativo de votos para IU frente al PSOE es señal de radicalización de la clase, aunque IU es un partido tan procapitalista como el PSOE, ni más ni menos. Y aunque consideramos a las candidaturas de Podemos como interclasistas y no obreras reformistas, es evidente que su resultado expresa deformadamente una radicalización y ánimo de lucha de las masas, mientras que los de Ciudadanos expresarían una alienación y conformismo de los mismos sectores.
Por eso, nosotros, aunque no apoyamos a ninguna candidatura, llamamos a un voto crítico a Unidad Popular (y consideramos expresión de un proceso positivo los votos tanto a Unidad Popular como a Podemos). No obstante, se trata de un voto crítico. Tanto Unidad Popular como Podemos están dispuestas a cumplir un papel similar al de Tsipras: cabalgar al descontento popular, dirigirlo y romperle la nuca. Por eso advertimos: al día siguiente de las elecciones, haya gobierno con Podemos (en mayoría o en minoría) o no lo haya, Unidad Popular y Podemos seguirán siendo organizaciones que intervendrán en las movilizaciones con la pretensión de ahogarlas en las instituciones, seguirán siendo organizaciones cuyo discurso y política tiene un horizonte infranqueable: el mantenimiento del sistema capitalista, que es la fuente de los males sociales que denuncian. Por eso, la tarea más urgente e insoslayable seguirá siendo la de construir un partido comunista, obrero, revolucionario e internacionalista, sección española de la IVª Internacional reconstruida, el único que puede abrir una salida hacia la revolución social. Sea cual sea el gobierno que salga del 20D, del PP, del PSOE o de Ciudadanos, o incluso un gobierno formado o apoyado por Podemos, que sería un gobierno Tsipras en versión española, no va a tener otra salida que aplicar las medidas exigidas por el capital y la UE. No podemos dejar para después la movilización contra los ataques y los recortes, por recuperar lo perdido, por salvarnos del abismo de paro, precariedad y guerra que nos preparan.
Grupo de Comunistas Internacionalistas, 24/XI/2015

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