PELEA
A CARA DE PERRO POR EL ESPACIO “ALTERNATIVO”
PODEMOS
Y UNIDAD POPULAR (EX“AHORA EN COMÚN”):
BAJO
LA SOMBRA DE TSIPRAS
Vodevil,
culebrón... han sido epítetos que se ha merecido el proceso de
conversaciones, acercamientos y desencuentros entre IU y Podemos
desde el pasado verano, en búsqueda de la “confluencia”.
Finalmente, dos candidaturas distintas, Podemos (con algún añadido
en ciertos territorios) y Unidad Popular (antes, Ahora en Común), se
enfrentarán en las próximas elecciones del 20D al bipartidismo y al
partido del IBEX35, Ciudadanos. ¿Porqué no se unieron las dos
candidaturas?
Las
elecciones municipales del pasado 24 de mayo se celebraron en una
coyuntura política especial para la izquierda. Después de la
aparición de Podemos en las europeas de junio de 2014 pero sabiendo
que este partido había acordado en su asamblea de Vista Alegre
(1-X-2014) que no se iba a presentar como partido, en muchos lugares
se
formaron agrupamientos amplios
para presentar candidaturas. Estos agrupamientos, conocidos
colectivamente como “ganemos” (por el nombre del primero,
“Guanyem Barcelona”; al final el nombre tuvo que ser abandonado
porque alguien lo legalizó y confiscó) se presentaban como
movimientos
“ciudadanos”, asamblearios, no ligados a partidos.
Pero desde el punto de vista político generalmente representaban
una alianza de facto entre IU y Podemos.
El éxito electoral que cosecharon, ganando la alcaldía de ciudades
clave (Madrid, Barcelona, Vigo, Cádiz, Zaragoza...) planteó la
cuestión de repetir la fórmula en las generales.
Podemos
en decadencia
Este
éxito en las municipales del 24M permitió a IU recrudecer sus
llamamientos a Podemos para una candidatura unitaria de cara al
20D. Para IU se trata de una cuestión vital, no sólo para no
desaprovechar la posibilidad de
desbancar al bipartidismo sino por pura
supervivencia. Es que todo indica que sin unidad, IU podría
desaparecer desde el punto de vista parlamentario después de las
próximas generales.
Podemos
al principio replicaba a la defensiva. Pablo Iglesias se
apresuró a blindar la resolución de Vista Alegre convocando un
referéndum interno en julio que ganó por goleada con la postura
contraria a cualquier reagrupamiento, pero al precio de una
participación mínima, de apenas el 11% de la militancia “oficial”.
Pero el fracaso estrepitoso el 27S de “Catalunya sí Que es Pot”,
una candidatura conjunta entre Podemos, ICV y EUiA (IU catalana) le
volvió a dar confianza a sus líderes para defender su línea:
Podemos sólo se presentará a las elecciones generales en papeletas
con su logo. Podemos huye como de la peste de un acuerdo con IU
que la haga aparecer como parte de la “unidad de la izquierda” en
favor de seguir levantando el discurso interclasista y ciudadanista
de “ni de derechas ni de izquierdas”. Después de las municipales
y autonómicas en las que en general Podemos ha sido un socio más
en los acuerdos entre IU y PSOE para formar gobiernos alternativos al
PP, los Errejón, Bescansa y cía piensan que han quedado
demasiado identificados en la conciencia general con la izquierda y
que hay que volver al discurso que los puede colocar en la
“centralidad del tablero político”. Su desesperación va en
aumento en la medida que las encuestas crecientemente muestran que el
sueño de ganar las próximas elecciones no se va a cumplir, que les
queda por delante una travesía del desierto.
“Ahora
en Común” (actual “Unidad Popular”)
En
medio de estos llamamientos de IU a Podemos en favor de la unidad, el
7 de julio apareció un manifiesto titulado “Ahora en Común”
(AcC)”, llamando a constituir un agrupamiento ciudadano de cara
a las elecciones. Aunque su aparición vino como agua de mayo para
IU (Alberto Garzón no tardó en hacer votar en IU que se
presentaría a las primarias de AeC, lo hizo el mismo día siguiente
de la asamblea estatal de AeC, el 13 de septiembre), no se trataba
de una iniciativa originada en la coalición. El grupo de
iniciadores de AeC es bien conocido: lo encabezaban Isidro López y
Enmanuel Rodríguez, profesores universitarios madrileños conocidos
por sus libros, firmados como “observatorio metropolitano” y
publicados por Traficantes de Sueños, una editorial es a la vez un
agrupamiento político que estuvo en el origen de Ahora Madrid. Los
propios López y Rodríguez se presentaron en la lista de Podemos
para la asamblea de Madrid (López salió elegido). El jefe del
grupo, Pablo Carmona, es concejal por Ahora Madrid.
Este
grupo defiende la “confluencia” pero dentro de un marco
ideológico muy claro: los partidos son “vieja política”, los
intereses de clase ya no son relevantes, de lo que se trata es de
levantar una “alternativa ciudadana” “de base”. En la medida
que elaboran un programa sus reivindicaciones son más democracia y
medidas contra la especulación inmobiliaria. Hablan de democracia
directa sin romper con el régimen y ni piensan en acabar con el
capitalismo (Rodríguez acaba de unirse a la larga lista de los que
publican libros pidiendo una “revolución democrática”. De
socialismo, ni pío). En suma, no hay ninguna diferencia de
principios con Podemos (de
hecho, militan ahí) ni, por cierto, con IU. Pero sí
había una diferencia táctica, que ha sido la que ha llevado a que
abandonen AeC el 27 de septiembre y obliguen por lo tanto al proyecto
a legalizarse de nuevo con otro nombre: Los “traficantes de
sueños” no quieren partidos políticos. Más allá de la
crítica obvia, el “antipartidismo” encubre que se trata de una
pequeña camarillita informal que pretende patrimonializar el
proyecto pero no puede hacerlo por falta de gente, lo importante es
que desde el punto de vista programático, el “observatorio” que
“trafica” con “sueños” no se diferencia en nada de Podemos
ni de IU.
Independientemente
de lo que tuvieran en la cabeza los firmantes del primer llamamiento,
AeC empezó a crecer, el 12 de septiembre realizó una asamblea
estatal en Madrid que reveló tanto la fuerza (mil asistentes) como
la debilidad del movimiento; se acordó hacer primarias para elegir
candidatos a presidencia del gobierno, Congreso y Senado. Pero no
se votó programa. Sólo 6 días después, a escondidas, se
legalizó el partido.
IU
intenta resucitar
Claro,
los que rellenaban las asambleas y reuniones de AeC no eran “masas
ciudadanas” “apartidistas”, entusiasmadas con el proyecto. Se
trataba sobre todo de la militancia de IU. Al principio, las
inacabables discusiones y peleas hacían sospechar que había
“infiltrados” de Podemos sembrando cizaña. Pero resultó que la
explicación era más simple, como toda IU estaba en AeC las
distintas “familias” y “sensibilidades” de esta coalición,
muy notablemente el ala de extrema derecha de Llamazares, continuaban
su lucha interna en público, en AeC.
Para
IU, AeC es lo que esperaba. Le permitió presentarse como parte
también de la “nueva política”, esconder sus siglas, buscar
aliados y seguir emplazando a Podemos a una candidatura común.
Nosotros ya dijimos que esto podía darle una sobrevida a IU (ver
aquí). Cuando el 6 de octubre Podemos pronunció su rechazo
final, IU ya tenía donde meterse. Para poder legalizarse, tras la
estampida de los “traficantes”, AeC
se ha cambiado el nombre por Unidad Popular,
que es precisamente la formulación que Alberto Garzón venía
proponiendo desde antes de la aparición de AeC.
“Sindicalistas
por la Unidad Popular”
En
medio de este proceso surgió el llamamiento a constituir reuniones
específicas de “Sindicalistas por la Unidad Popular”, a
partir de una reunión en Madrid en julio. Se trataba, según dicen
sus materiales, de que los sindicalistas y en general la propia clase
trabajadora interviniera en política, se hiciera la protagonista de
sus propias reivindicaciones, que no sean otros los que hablen por
ella.
Esta
iniciativa era muy interesante pero estaba lastrada por dos
graves problemas.
El
primero es que toda su verborrea sobre “trabajador vota
trabajador”, sobre la necesidad de que la propia clase trabajadora
asuma la política, que los sindicatos no se queden en el
economicismo, la polémica contra la ideología “ciudadanista” de
Podemos que se escuchaba en sus reuniones, al final se queda en nada.
Porque Sindicalistas por la Unidad Popular no es una iniciativa
intersindical para levantar una candidatura obrera a las elecciones
generales. Si fuera así, sería un gran paso adelante en la
tarea estrictamente necesaria de transformar a la clase trabajadora
en sujeto político, incluso si se hiciera al principio con un
programa reformista. Pero no hay nada de eso, Sindicalistas se ha
concebido desde el principio como un “área” de Ahora en Común;
en cada provincia Sindicalistas presentó listas para las primarias
de AeC. Por lo tanto, nada de “candidatura obrera”, sino
ingrediente “obrero” (mejor, sindical) para una candidatura
que, como la de Podemos, se presenta como “ciudadana”, por tanto,
interclasista.
El
segundo problema es que Sindicalistas está lleno de sindicalistas,
es cierto. Pero muchos de ellos no son los que han impulsado las
luchas sino todo lo contrario. Sindicalistas por la Unidad Popular
está lleno de burócratas. Por eso en sus materiales se piden
cosas muy “izquierdistas”, la república, lo que sea, pero en
ningún momento se hace la crítica de los pactos sociales ni se
critica el control de la burocracia y la ligazón con el estado de
las confederaciones sindicales. Es que muchos sindicalistas de la
burocracia de CCOO, miembros o no del PCE e IU han entrado aquí. Y
las organizaciones trotskystas que participan, POSI y Corriente
Roja, han acordado con ellos una “amnistía”, suspender
temporalmente las críticas. De este modo, un aspecto fundamental
para el triunfo de las luchas y para ir avanzando en una alternativa
política de la clase trabajadora queda bloqueado.
Si
Sindicalistas por la Unidad Popular no ha tenido éxito en insuflar
una posición de clase en AeC, sí lo ha tenido en tragarse a la
izquierda que se reivindica revolucionaria. Corriente Roja, Lucha
Internacionalista, POSI, Izquierda Anticapitalista Revolucionaria, El
Militante (vía su participación en Ganemos CCOO, la corriente por
la democracia interna en Comisiones), etc, se han incorporado.
Corriente
Roja: difícil seguirle la pista
La
táctica de Corriente Roja está siendo verdaderamente difícil de
seguir. Primero entraron en Podemos (aunque casi les echaron
de las primeras reuniones en Madrid por venir con “mochila
ideológica”; la dichosa expresión la inventó Monedero para
atacar a CR antes de que Iglesias la usase contra Garzón). Luego
participaron en el agrupamiento de oposición en Podemos (“Andalucía
desde Abajo”). Ahora han puesto toda la carne en el asador en
“Sindicalistas por la Unidad Popular”, incluso dando la impresión
desde fuera que se jugaban más que el PCE. Por esta vía, ahora
están en las candidaturas de la Unidad Popular. Pero en
Catalunya pertenecen a la CUP-CC. A ver quién lo entiende.
Está
claro que CR
ha caracterizado que una candidatura con IU sería lo mejor posible
de cara al 20N.
Hay mil temas que la harían imposible (a pesar del actual
“izquierdismo” de IU en relación con la monarquía, la UE, etc)
pero uno es clave. Si se
critica a la burocracia sindical,
no sólo no hay Unidad Popular, es que se
revienta Sindicalistas por la Unidad Popular,
porque aunque intente venderse como una iniciativa intersindical, con
alguna gente de UGT, CGT, SAT y otros, su columna vertebral está
formada por burócratas de CCOO cercanos de alguna manera a IU. Por
eso CR se ha vuelto la abogada de la burocracia en Sindicalistas.
Cuando Joe Molina, el sindicalista de CCOO, dirigente de Panrico, que
han mantenido una tan larga y heroica lucha, discutía que había que
incluir la lucha contra la burocracia, era precisamente A. L. Parras,
dirigente de CR, quien le desaconsejaba hacerlo (ver aquí).
Supongamos
que Parras tuviera razón. A fin de cuentas, no en todo momento todos
los apartados del programa tienen la misma prioridad, y estamos en un
momento en el que hay escasez de luchas obreras. Ahora mismo para la
mayoría de trabajadores, el problema no es enfrentarse al freno de
la burocracia sino al miedo y la desmovilización de los compañeros.
Concedamos eso. Si es así, ¿no
sería más fácil conseguir una candidatura que representase a
sectores importantes de la clase a través de sindicalistas de CCOO
si uno trabajara dentro?
A fin de cuentas, hasta hace cinco años, CR tenía sindicalistas en
CCOO. Y no cualquiera, tenía luchadores heroicos, prestigiosos, en
importantes empresas (Magneti Marelli, UPS Vallecas, etc), que
servirían de polo de atracción. Pero
CR decidió que CCOO no era un sindicato,
que era una empresa, que estaba totalmente corrupto, etc, todo eso
que oímos a cualquier afiliado de Podemos... o en Intereconomía.
Sacó a toda su gente de CCOO y empeñó todas sus fuerzas en
construir
otro pequeño sindicatito rojo, CoBas
(Comisiones Obreras de Base) que, aunque admitamos que ha jugado un
papel en Telefónica o entre los jornaleros de Los Rosales-Tocina,
sigue siendo inédito para la mayoría de la clase obrera. Pero como
sindicato que es, con sigla, afiliados, cotizaciones, listas en
elecciones sindicales, etc, es
visto como competencia por los afiliados de CCOO (y por los de CGT,
etc).
Su existencia se convierte en un obstáculo adicional par que los
militantes de CR puedan dialogar con otros trabajadores para ganarlos
a posiciones revolucionarias, que por definición no son sindicales
sino políticas. Esta fue una de las razones para nuestra ruptura con
CR (ver
aquí). Creemos que la realidad nos da la razón.
Es
inutil esperar una autocrítica de CR por este tema. El PRT-IR,
predecesor de CR, transformó en su momento un buen trabajo
interno en críticos de CCOO (paralelo al trabajo en otras
centrales sindicales) en una fuente de desmoralización al
convertirlo en la única vía de intervención sindical y sembrar
ilusiones en la militancia en cuanto a la posibilidad de obligar a un
giro a la izquierda de una corriente que estaba hegemonizada por un
sector de la burocracia ávido de reconciliarse con la mayoría. A la
dirección del PRT-IR le resultó fácil convencer a sus militantes
del nuevo zig-zag de organizar un sindicato “rojo” ante el
desánimo difundido tras la casi difuminación de crítiCCOOs.
Hay que tener en cuenta que en la larga historia de la LIT en España,
del PST a CR, los zig-zag sindicales, de UGT a CCOO, de CCOO a CGT,
de CGT a CCOO, de CCOO a CoBas y de ahí a cualquiera sabe, han sido
una constante.
Como
lo han sido los zig-zag en la cuestión nacional. Hubo momentos en
que el PST levantó críticas principistas muy correctas contra la
política de la LCR, que trabajaba gratis para Herri Batasuna y sólo
recibía puntapiés a cambio, por ejemplo en las elecciones europeas
de 1988. Pero luego dieron un giro de 180%, con su incorporación a
Iniciativa Internacionalista en 2009 y su incorporación a la CUP en
2015.
Es
curioso, y desde luego significativo, que las dos organizaciones
que se reivindican en España del morenismo, Corriente Roja (sección
de la LIT) y Lucha Internacionalista (sección de la UIT) han seguido
la misma táctica: en Madrid en Podemos, en Barcelona en la CUP.
Esto es más importante que todas las declaraciones orales o en
materiales internos sobre que su objetivo sea construir un partido
estatal para enfrentarse al estado. En la vida real, militan en
partidos por nacionalidades y por lo tanto, tácitamente llaman a los
trabajadores a organizarse según líneas nacionales. La difunta
LCR, poco antes de suicidarse por primera vez unificándose con el MC
(para resucitar como el ave fénix con el nombre de Izquierda
Anticapitalista y suicidarse de nuevo ante los pies de Pablo
Iglesias) proclamó abiertamente ese principio: declaró a la LKI
vasca y a la LCR catalana como partidos independientes de la LCR
estatal (no lo hicieron con la LCR galega, canaria y andaluza sólo
por su debilidad). Pero CR y LI
están siguiendo los mismos pasos. Tanto CR como LI
participaron en Iniciativa Internacionalista, la candidatura
independentista vasca y catalana, nacionalista 100%, en las
elecciones europeas de 2009. Es decir, están repitiendo la deriva
nacionalista de la LCR casi calcada. El resultado es que, si la
antigua LCR catalana está en Podem, Sabino Cuadra de la antigua LKI
es diputado y puede arrancar hojas de la constitución pero no como
miembro de una candidatura obrera revolucionaria sino como miembro de
una candidatura abertzale interclasista, Amaiur. En cuanto a CR e
LI, ni consiguieron salir en el Parlament catalán, ni conseguirán
llegar al parlamento español, pero habrán apoyado candidaturas no
clasistas, no anticapitalistas y no internacionalistas.
¿Programa?
¿Qué programa?
Hasta
aquí el vodevil, el culebrón. Asambleas, referéndums, reuniones de
mesa camilla entre Garzón y Pablo Iglesias, para llegar a que hay
dos candidaturas distintas. Lo grave es que de lo que no se ha
hablado en ningún momento es de programa. En ningún momento.
No
lo decimos porque nos extrañe. En medio de esta crisis tan profunda,
el punto clave de los programas es el de medidas económicas.
Precisamente de cara a las últimas elecciones generales de 2011, los
dos asesores económicos de Podemos, Juan Torres y Vicenç Navarro,
coescribieron un libro con Alberto Garzón, “Hay Alternativas” en
el que, como ya criticamos en su momento (ver
aquí) exponen su opinión de que ni lo que está en crisis es el
capitalismo como tal, ni son necesarias medidas anticapitalistas
contra la crisis. Hay
una unidad de principios entre ambas candidaturas.
Es una unidad alrededor de la defensa del sistema capitalista, de
levantar programas keynesianos. Por eso ni Podemos ni tampoco, a
pesar de algún aspaviento, IU (y por tanto, Unidad Popular) han
denunciado a Tsipras como el repugnante traidor que es.
Dentro
de esta unidad de principios, es cierto que hay un matiz. Mientras IU
en Unidad Popular está intentando acentuar sus rasgos
“izquierdistas”, Podemos está girando aún más a la derecha,
lo más rápido que puede.
En
su entrevista en “El País” el 31 de octubre,
Sergio Pascual, secretario de organización de Podemos, dijo que no
piensan romper el acuerdo con EEUU sobre las bases militares, que la
cuestión de la religión en las escuelas hay que verla con criterio
“histórico”, entre otras lindezas...
Así,
la campaña de Podemos para el 20D va tomando un perfil claro.
Despojada de cualquier ambigüedad, es una campaña basada en el
regeneracionismo burgués, cada vez más parecida a la de
Ciudadanos, por más que se queje Errejón. Pablo Iglesias se
presenta como candidato a la presidencia del gobierno (bajo la
monarquía); su ministra de justicia será una jueza burguesa.
Su ministro de Defensa, Julio Rodríguez, el antiguo Jefe del
Estado Mayor con Zapatero, un defensor de los compromisos con la
OTAN.
Alexis
Tsipras constituyó su gobierno con un partido casi de extrema
derecha, para tranquilizar a la burguesía sobre el alcance de su
programa, para dejar claro que se trataba de un gobierno de
colaboración de clases, de un gobierno de frente popular.
Iglesias hace lo mismo, pero metiendo los personajes abiertamente
burgueses dentro de su propio partido, que no por casualidad, a
diferencia del de Tsipras, tiene desterradas la bandera roja o la hoz
y el martillo.
¿Qué
hacer ante las elecciones del 20D?
Se
acabó el tiempo para legalizar candidaturas. Mucho nos tememos que
no va a haber ninguna candidatura que levante audazmente las
posiciones de clase del proletariado, que en voz alta denuncie
que el calvario que está pasando la clase trabajadora y el conjunto
de las clases populares tiene como causa la crisis más profunda del
capitalismo en 86 años. Que como entonces, no hay más salida que
acabar con el capitalismo -o este resolverá su crisis en medio de
desastres y guerras inenarrables. Que para acabar con el
capitalismo hay que enfrentarse con todo este sistema político,
monarquía y constitución incluidos, y también con la Unión
Europea. Que parecen enemigos formidables si no tomamos en cuenta que
esta lucha no es sólo nuestra, es la del conjunto del
proletariado internacional. Que son todas las masas populares del
mundo las que se encuentran ante la misma situación, que su lucha,
reforzada mutuamente, tiene posibilidades de llegar a la victoria.
Que el obstáculo que se interpone entre la situación actual y
esa victoria no es la fuerza del enemigo capitalista, con ser esta
considerable, sino la insuficiente conciencia de la clase
trabajadora.
Enemigos
del parlamentarismo como somos, no pensamos sin embargo, que el voto
no tenga importancia. Los
resultados electorales son un elemento, y no insignificante de la
correlación de fuerzas entre las clases.
Frente al “PSOE, PP, la misma mierda es” siempre hemos dicho (por
ejemplo, aquí
y aquí)
que los votos al PSOE vienen de la clase obrera, que no es lo mismo
que uno gane o el otro desde el punto de vista de la clase, aunque
su política sea igual.
Como siempre dijimos que un aumento relativo de votos para IU frente
al PSOE es señal de radicalización de la clase, aunque IU es un
partido tan procapitalista como el PSOE, ni más ni menos. Y aunque
consideramos a las candidaturas de Podemos como interclasistas y no
obreras reformistas, es evidente que su resultado expresa
deformadamente una radicalización y ánimo de lucha de las masas,
mientras que los de Ciudadanos expresarían una alienación y
conformismo de los mismos sectores.
Por
eso, nosotros, aunque no apoyamos a ninguna candidatura, llamamos
a un voto crítico a Unidad Popular (y consideramos expresión de
un proceso positivo los votos tanto a Unidad Popular como a Podemos).
No obstante, se trata de un voto crítico. Tanto Unidad Popular
como Podemos están dispuestas a cumplir un papel similar al de
Tsipras: cabalgar al descontento popular, dirigirlo y romperle la
nuca. Por eso advertimos: al día siguiente de las elecciones,
haya gobierno con Podemos (en mayoría o en minoría) o no lo haya,
Unidad Popular y Podemos seguirán siendo organizaciones que
intervendrán en las movilizaciones con la pretensión de ahogarlas
en las instituciones, seguirán siendo organizaciones cuyo discurso y
política tiene un horizonte infranqueable: el mantenimiento del
sistema capitalista, que es la fuente de los males sociales que
denuncian. Por eso, la tarea más urgente e insoslayable
seguirá siendo la de construir un partido comunista, obrero,
revolucionario e internacionalista, sección española de la IVª
Internacional reconstruida, el único que puede abrir una salida
hacia la revolución social. Sea cual sea el gobierno que salga
del 20D, del PP, del PSOE o de Ciudadanos, o incluso un gobierno
formado o apoyado por Podemos, que sería un gobierno Tsipras en
versión española, no va a tener otra salida que aplicar las
medidas exigidas por el capital y la UE. No podemos dejar para
después la movilización contra los ataques y los recortes, por
recuperar lo perdido, por salvarnos del abismo de paro, precariedad y
guerra que nos preparan.
Grupo
de Comunistas Internacionalistas, 24/XI/2015
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