El
presidente de la Generalitat, Artur Mas, ha firmado el día 27 de
septiembre el decreto por el que convoca una “consulta” sobre el
futuro como estado de Catalunya para el 9 de noviembre.. Hace esto en
cuanto se ha publicado en el Diario Oficial de la Generalitat la Ley
sobre Consultas Populares aprobada en el Parlament en la que se basa
el decreto. Con esto se ha cruzado el rubicón. El gobierno de Rajoy
ya había amenazado con reunirse en ese mismo momento para presentar
un recurso al Tribunal Constitucional para paralizarla. Lo ha hecho
el día 29, tras el informe preceptivo del Consejo de Estado, reunido
el 28, un domingo, para elaborarlo. A velocidad de vértigo, la
abogada del estado ha presentado el recurso del gobierno al Tribunal
Constitucional y éste se ha reunido el mismo día 29 (las reuniones
ordinarias deben ser convocadas con al menos tres días de
antelación) para suspender cautelarmente por 5 meses la consulta. La
cosa está al rojo vivo. Es obligación del movimiento obrero hacer
oír su postura. Que no puede ser otra que afirmar el derecho de
Catalunya a decidir.
los
antecedentes
La
prensa españolista presenta al proceso soberanista catalán como si
hubiera surgido de la cabeza de Mas. No hay nada de eso. Mas no
está encabezando un movimiento disciplinado sino cabalgando un
potro salvaje sin tener claro si se va a caer. Cuando muchos le
acusaron de suicida por comenzar un proceso soberanista que en lugar
de darle votos le ha hecho perderlos (entre las elecciones catalanas
de 2010 y 2012, perdió 12 escaños en beneficio de ERC que subió
11), no ven que si no hubiera encabezado el proceso, hubiera perdido
aún más. El que Durán i Lleida, secretario general de CiU y
presidente de UDC, uno de los dos partidos que la forman, se haya
tirado por la borda, lejos de significar una pérdida para CiU le ha
servido para perder lastre.
Catalunya
tiene una larga historia de lucha por sus derechos nacionales,
comenzando por la renaixença (renacimiento) cultural y lingüística
del siglo XIX (las referencias a 1714 forman parte de la mitología
del nacionalismo, es un anacronismo hablar de naciones en el siglo
XVIII). A lo largo de la Restauración, el reinado de Alfonso XIII,
la dictadura de Primo de Rivera y la República, la reivindicación
nacional catalana fue pasando de la gran burguesía regionalista de
la Lliga Regionalista a la pequeña burguesía radicalizada de
Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) que proclamó en dos
ocasiones (1931 y 1934) la república catalana. Durante la república
este movimiento llegó a la constitución de un gobierno regional
propio, la Generalitat (llamada así por una institución medieval
fundada en el siglo XIV y disuelta por los borbones en 1716 tras
acabar con la breve independencia) aunque fuera intervenido dos
veces desde el estado central, en 1934 por la derecha y en 1938 por
el Frente Popular. La cuestión nacional catalana siguió siendo uno
de los ejes fundamentales de la oposición antifranquista allí,
mientras en todo momento se mantuvo la continuidad de la Generalitat
en el exilio.
Y
sin embargo, incluso durante el franquismo el independentismo era
marginal. “Libertad, Amnistía y Estatuto de Autonomía” era
la consigna más coreada. No otra cosa pedía la Assemblea de
Catalunya (1971-7), el organismo de colaboración de clases en el
que estaban desde la burguesía nacionalista de lo que luego sería
CiU hasta los maoístas. Ni siquiera el derecho a la
autodeterminación era una consigna movilizadora como en Euskadi.
Es
que el auge actual del independentismo tiene un origen mucho más
cercano. Aunque el crecimiento de la aspiración a más
autogobierno ha sido un mar de fondo durante toda la transición, el
gobierno tripartito (ERC-PSC-ICV) intentó convertirla en manejable
con su propuesta de Estatut (2005).
El
nuevo Estatut, poco más que una nueva vuelta de tuerca en la
descentralización administrativa pero que incluía la palabra tabú,
“nación” se aprobó en el Parlament sólo para ser “aguado”
en el Congreso por un pacto entre Zapatero y CiU. Como simples
medidas administrativas, los estatutos de autonomía son leyes del
estado que se aprueban en Madrid y no en el territorio donde van a
regir.
Ante
el “descafeinamiento” del Estatut, ERC rompió el tripartit.
Cuando el presidente catalán Maragall convocó un referéndum (para
reafirmar el apoyo popular, porque no era necesario, ya era ley),
ERC llamó a votar no. El referéndum aprobó el estatut pero con
una abstención masiva. Y sin embargo, este Estatut se ha caído.
Muchos
analistas señalan el momento en que el Tribunal Constitucional tiró
el Estatut en 2010 como el momento en que el independentismo se
convirtió en una idea arrolladora en el pueblo catalán. Para
millones de catalanes, era la prueba de que no es posible caminar
hacia el autogobierno bajo las instituciones del régimen monárquico
del 78.
En
2012, tras el fracaso de Mas, nuevo presidente catalán, en
conseguir un nuevo concierto económico con el estado central, el
Parlament aprobó ir hacia un referéndum de autodeterminación (con
el nombre de “consulta”). Tras las nuevas elecciones, en 2013 el
Parlament proclamó el derecho a la autodeterminación de Catalunya
(“Declaración de Soberanía y del derecho a decidir del Pueblo
de Catalunya”).
En
Catalunya, la contradicción entre la cuestión nacional y la social
ha adoptado históricamente un matiz particular. Mientras que la
gran burguesía industrial catalana ha sido tradicionalmente
catalanista y no españolista (a diferencia de la vasca), mientras
que la pequeña burguesía más tradicional y el campesinado también
lo han sido, al igual que la muy desarrollada intelectualidad, la
clase obrera industrial, mayoritariamente de origen inmigrante
español incluso en la época de Alfonso XIII y la 2ª república,
tradicionalmente fue españolista, abiertamente o encubiertamente,
como cuando los anarquistas “negaban” la cuestión nacional.
Esto
facilitaba que los sectores españolistas del movimiento obrero,
socialdemócrata y stalinista, además de la burocracia sindical,
especialmente en Andalucía y otros lugares de origen de los
inmigrantes, se adaptaran a los prejuicios atrasados contra Euskadi
y Catalunya. El odio al catalán se convirtió en un instrumento de
reafirmación del españolismo.
Pero
esto ha cambiado radicalmente. Cada nueva generación de obreros
de origen inmigrante se ha integrado más en Catalunya. Esta es la
base sociológica que explica que CCOO y UGT en Catalunya estén
apoyando la consulta a pesar de que ambas confederaciones a nivel
estatal son pilares del régimen españolista, y también a pesar de
sus lazos con el aparato socialdemócrata. Esto es lo que explica el
hecho paradójico de que el PSC no está en el proceso soberanista
(tiene en su interior una lucha a muerte entre sectores catalanistas
y españolistas) mientras que la UGT catalana sí lo está. Hoy los
españolistas en Catalunya, representados políticamente por el PP y
Ciutadans son una minoría residual y no proletaria. Hoy
independentista no son sólo los intelectuales catalanoparlantes,
los botiguers o los estudiantes universitarios de familia de clase
media, también lo son los obreros industriales y toda la clase
trabajadora asalariada. Nunca fue más verdad lo que dijo
Trotsky en 1931: “Pero mientras que el “separatismo” de la
burguesía catalana no es para ella, en su juego con el gobierno de
Madrid, más que un instrumento contra los pueblos catalán y
español, el separatismo de los obreros y de los campesinos es la
envoltura de su indignación social.”
Escocia
como modelo
El
proceso soberanista en Catalunya se está desarrollando tomando como
modelo y al mismo tiempo inspirando, al proceso que ha llevado al
referéndum de autodeterminación de Escocia.
En
Escocia el pasado 18 de septiembre se ha celebrado un referéndum
que ha acabado finalmente por ratificar su pertenencia al Reino
Unido de la Gran Bretaña. Sin embargo, no estaba garantizado de
antemano que perdiera la opción independentista, ni tampoco que en
caso de ganar no fuera a materializarse.
Desde
luego, hay similitudes entre los procesos escocés y catalán. Pero
son llamativas las diferencias. La más significativa es la que
hay entre los regímenes políticos a los que ambos procesos se
enfrentan. El Reino Unido ya en su nombre indica que se
considera una unión personal de reinos; no niega la existencia como
nación de Escocia. Además, la unión se considera personal y
voluntaria; implícitamente siempre se reconoció la posibilidad de
que se pueda romper si uno de los participantes así lo quería. Por
otro lado, la separación política no afectaría en lo más mínimo
al poder económico del imperialismo británico-inglés. El
entrelazamiento empresarial entre las burguesías escocesa e inglesa
hace que la “independencia” sería poco más que una autonomía,
una descentralización administrativa. El proceso en ningún momento
amenazó al poder económico inglés en Escocia. Eso explica el
carácter pacífico, casi festivo, del proceso. Desde ninguno de los
dos bandos se sintió como un enfrentamiento a vida o muerte. En
este sentido, el proceso escocés se parece al quebequés, que ya ha
pasado por dos referéndums (1980 y 1994).
Por
el contrario, el nacionalismo español en que se basa el régimen
monárquico del 78 niega la propia existencia de Catalunya como
nación; según él son “españoles” de Cataluña. Y no sólo
no reconoce jurídicamente su derecho a la autodeterminación. Es
que la negación de este derecho, el mantenimiento de la “unidad
de España” fue la clave del acuerdo entre el aparato de estado
franquista y las fuerzas “de oposición” en la transición. Por
eso es inimaginable que pueda ejercerse de forma pacífica.
Por
eso la Constitución Española (artículo 8) coloca en manos del
ejército la defensa de la unidad de España. Y no es algo que
se haya olvidado. El primer ministro de Defensa de Aznar, según se
dice, impuesto por el Rey, Eduardo Serra, exUCD y alto cargo con el
PSOE, alguien inamovible en el ejército, lo recordó en referencia
a Euskadi el 10 de enero de 2000, con el consiguiente escándalo.
Porque
no hay modo de escabullirse, según la Constitución Española el
ejército debería intervenir ante cualquier proceso secesionista,
al lado o incluso por encima del gobierno central. Es que la
“unidad de España” es el cimiento ideológico sobre el que se
construyó el ejército del 18 de Julio, junto a la lucha contra el
comunismo (o la “masonería”). Pero, ¿Existe un peligro real de
intervención militar? ¿No podría ser que, después de tantos
años, el ejército español se haya “ablandado” sobre este
punto?
Todo
parece indicar (ver las revelaciones del teniente Luis Gonzalo
Segura) que la política de Felipe González de conceder todo tipo
de privilegios a los oficiales para reblandecerlos ha tenido cierto
éxito. Desde luego, la corrupción del ejército español es
proverbial y viene de largo. Sin embargo aunque los privilegios y la
vida muelle de los altos oficiales les haya ablandado, despolitizado
y disuadido de intervenir constantemente en política, no sólo hay
que tener en cuenta la persistencia de la tradición sino el hecho
de que la Constitución siga poniendo en sus manos el cuidado de la
unidad de España. Las repetidas filtraciones periodísticas de
planes del CNI para intervenir militarmente en Catalunya, planes
encargados por el propio gobierno central, son una pista de que el
peligro sigue vigente.
Las
burguesías española y catalana ante la posibilidad de la
independencia
De
todos modos, no parece lo más probable una reacción unilateral del
ejército. No porque la burguesía española se ha construido
históricamente, con componentes madrileños pero también
terratenientes andaluces, ricos galegos, banqueros vascos, etc,
sobre la base de la negación de la existencia de hechos
nacionales en la península. Y se ha aferrado como su
representación institucional a la dinastía borbónica, cuya
llegada a España en el siglo XVIII fue el punto de partida del
proceso centralizador por la fuerza desde arriba. Como cada vez que
se aflojaba el control asfixiante del gobierno central españolista,
ya sea el rey borbón o la dictadura militar-fascista, se ha visto
renacer a las tendencias centrífugas, (en el período tras la
“revolución gloriosa” de 1868 y la 1ª República, durante la
2ª República y luego durante la transición), en la mente de la
gran burguesía, el separatismo se iguala con la subversión. Cuando
en 1936 José Calvo Sotelo, líder de la derecha golpista, dijo que
“preferían una España roja a una España rota” y Jesús
Larrañaga, diputado vasco del PCE le respondió “una España
roja sería una España rota”, ninguno pudo expresar mejor el
meollo de la cuestion. El PP, el partido heredero en gran medida del
franquismo, encarna esta continuidad españolista.
Pero
el cuadro queda incompleto si no examinamos la postura de la
burguesía catalana. Aunque fue esta clase la que lideró la
recuperación de la lengua y levantó con fuerza reivindicaciones
contra el estado central -pero reivindicaciones que la beneficiaban
como empresarios industriales, más que como representantes de una
nación oprimida- nunca tuvo como objetivo la constitución de un
estado independiente. De hecho, su tira y afloja con el gobierno
de Madrid encubría tan poco la unidad de sus intereses que cada vez
que estaba en riesgo el conjunto del sistema, la burguesía catalana
corría en ayuda de la española. Cambó fue ministro en gobiernos
conservadores de Alfonso XIII y financió a Franco. En cuanto a
Pujol y CiU, primero tranquilizó a todos cuando ganó las
elecciones catalanas contra todo pronóstico en 1980 frente a la
izquierda y luego ha sido un comodín para estabilizar los gobiernos
de Madrid, ya sean de Felipe González o de José María Aznar.
Por
eso el cambio actual de posición de la gran burguesía catalana
resulta sorprendente. Por un lado, tiene que ver con cabalgar un
inmenso movimiento social cuya representación organizativa, la
Assemblea Nacional Catalana (ANC), organizadora de masivas diadas
envueltas en la estelada, no está controlada por ningún partido.
Por otro lado, tiene que ver también con que la burguesía
industrial catalana, más competitiva que la española, piensa que
saldría beneficiada incorporándose por su cuenta a la Unión
Europea sin el fardo de la atrasada España. Porque la pertenencia a
la UE no la ponen en duda en ningún momento.
En
cualquier caso, conviene aclarar que la gran burguesía no ha
apostado de forma inequívoca por la independencia. A pesar de
lo que se dice, Mas no encabeza un movimiento por la independencia.
La “consulta” que ha organizado no es vinculante, dice que no se
celebrará si es ilegal (menos aún proclamará la independencia,
aún más ilegal); y no olvidemos que su justificación para ir a la
Consulta no fue la afirmación por sí de la nacionalidad catalana,
sino una especie de chantaje al estado central por no haber
conseguido llegar a un acuerdo fiscal. Mientras tanto, el govern de
CiU ha aplicado con creces los recortes que exijen el gobierno
central y la Troika, en medio de una represión sin paralelo. Su
policía autonómica, los Mossos d´Esquadra han logrado el triste
mérito de ser el cuerpo policial con más denuncias por represión
y maltrato.
A
estas alturas, con las revelaciones de los SMS de Moragas a la
exmujer del hijo de Pujol, no hay forma de negar que ha sido el
gobierno de Rajoy el que ha hecho estallar el escándalo, obligando
a Jordi Pujol a hacer su declaración de “arrepentimiento”. No
se trata de que no pase nada. Siempre se sospechó de una red de
comisiones ilegales cobradas a las constructoras montada desde la
Generalitat. Hubo un momento en que Maragall se lo soltó a Mas (que
había sido el consejero del ramo en el Govern de Pujol) pero en
cinco minutos lo retiró y no se volvió a hablar del tema. No sería
de extrañar que en poco tiempo se descubriera que es éste el
origen de la famosa “herencia paterna” que Pujol tenía
escondida en Andorra. Y si el “Molt Honorable” se comportaba
así, sólo imaginemos como lo hace la clase social que lo elevó a
los altares.
sin
defender el derecho a decidir no se es demócrata
Desde
estas hojas hace tiempo que llevamos una campaña de denuncia del
modo como casi toda la izquierda olvida las reivindicaciones
anticapitalistas sustituyéndolas por las “ciudadanas”, es
decir, las puramente democráticas. Pero eso no significa que estas
reivindicaciones no sean importantes. No se puede luchar por la
revolución social sin ser demócrata consecuente. Y una parte
consustancial de la democracia es el derecho a la autodeterminación.
En
España, la ideología oficial es denunciar al “nacionalismo” y
por esta palabra referirse al catalanismo, vasquismo, galeguismo,
etc. Pero el nacionalismo peor, el más exclusivista porque es el
único que niega la misma existencia de las demás naciones, y
además porque está en el poder y forma el núcleo ideológico de
su esqueleto más reaccionario, es el nacionalismo españolista,
el que afirma la “unidad de la patria”. El que no reconoce
la existencia de distintas naciones dentro del Estado Español. No
es posible ser demócrata en España sin partir de denunciarlo y
defender el derecho a la autodeterminación de las naciones. Lo que
equivale al derecho a decidir, decidir si se van o se quedan y en
qué condiciones, sin ingerencia externa.
La
posición proletaria ante la cuestión nacional en la península
ibérica
Pero
la defensa del derecho a la autodeterminación, la defensa del
derecho de los catalanes a definir su propio futuro, no implica
necesariamente una toma de posición independentista. En absoluto.
El
socialismo es imposible en un sólo país. Fue sobre esta cuestión
precisamente sobre la que se entabló la batalla entre el stalinismo
contrarrevolucionario y el bolchevismo. El resultado es bien
conocido.
Los
comunistas revolucionarios, en igualdad de condiciones, siempre
apostamos por unidades territoriales tan grandes como sea posible.
El objetivo de la revolución social no es crear muchos estados
independientes sino fusionar las naciones. Por eso, aunque a
veces la disgregación de un estado sea un resultado relativamente
progresista -porque se trataba de un estado retrógrado, un
obstáculo para el desarrollo- como norma general de lo que se trata
es de superar el marco estatal burgués y no reducirlo.
En
el caso concreto español, a esto hay que añadir que dos de las
naciones oprimidas políticamente, a las que se les niega el derecho
a la autodeterminación, Euskadi y Catalunya, están más
desarrolladas desde el punto de vista capitalista que el resto del
Estado. Por eso es totalmente justo decir que los beneficios de sus
burguesías representan trabajo no pagado no sólo de sus propios
proletariados, sino también de los trabajadores andaluces,
extremeños, murcianos, etc, en virtud simplemente del
funcionamiento de la ley del valor (el grueso de la industria con
alta composición orgánica de capital se concentra allí).
Por
eso la solución que levantamos los comunistas revolucionarios,
desde 1931, es la Federación de Repúblicas Socialistas Ibéricas
que mantenga el derecho a la autodeterminación y asegure la
cooperación económica. En ningún caso estaríamos por imponer
esta solución por la fuerza a ninguna nación (la federación es
una unión voluntaria que puede romperse unilateralmente, por
voluntad de una de las partes). La unidad económica es un
componente necesario; la Federación necesitará usar recursos para
ayudar a las regiones más atrasadas -Andalucía, Galiza,
Extremadura, etc. La Federación Ibérica la concebimos como un
paso hacia los Estados Unidos Socialistas de Europa.
La
“federación” de la que hablamos no tiene nada que ver con el
supuesto “federalismo” del PSOE. Pedro Sánchez y los suyos
hablan de una reforma constitucional que nos lleve a lo que llaman
“federalismo”, una descentralización administrativa más
profunda que la del estado de las autonomías. Pero para nosotros,
en la tradición federalista republicana y la tradición comunista
revolucionaria federación es sinónimo de confederación: los
entes que se federan mantienen su soberanía, siempre tienen
derecho a separarse cuando quieran. Por lo tanto la federación es
inalcanzable mediante una reforma de la constitución. Necesita
una revolución.
La
independencia por sí misma no resuelve nada. Bajo el
capitalismo no tiene otro sentido que ser una forma de escabullirse
de pagar impuestos. Y es absurdo hablar de estado independiente
“socialista”; no puede haber una Catalunya socialista como no
puede haber ni siquiera una España socialista. Incluso el conjunto
de Europa se queda pequeño para la construcción del socialismo. Lo
único que se puede, y se debe comenzar desde el principio es a
poner los cimientos -expropiación de la burguesía, inicio de la
planificación- pero el socialismo, es decir, una sociedad sin
clases ni moneda, es sencillamente inimaginable en un marco tan
estrecho. Por eso es necesaria la revolución mundial.
La
única clase que puede abrir el camino al socialismo, que es la
única salida que existe a la miseria y decadencia que nos está
trayendo el capitalismo, es el proletariado. Pero para poder
hacerlo, necesita conquistar su independencia política. Por el
contrario, todas sus organizaciones políticas y sindicales se
empeñan en manternerlo atado a la burguesía. Las organizaciones
españolas, a la burguesía española por la vía del españolismo,
de no defender el derecho a la autodeterminación. Pero las
organizaciones catalanas están subordinando al movimiento obrero a
Mas. Que lo haga ERC no extraña. No votó en ningún momento a
favor de la destitución del director general de los Mossos de
Escuadra, responsable de dejar tuerta a una mujer usando bolas de
goma, en plena huelga general.
El
papel de las organizaciones obreras en España y en Catalunya es
distinto. Y nadie lo está cumpliendo.
En
Catalunya las organizaciones de clase deberían estar señalando un
camino autónomo frente a la gran burguesía de CiU. Este camino
autónomo incluye la lucha por la federación con los demás
pueblos, liberados conjuntamente del yugo monárquico. Incluye
llamar a la clase trabajadora
catalana a afiliarse a sindicatos de ámbito estatal y no
constituir sindicatos separados.
El seguidismo al catalanismo en nombre de la
autodeterminación es mortal. La experiencia de la Generalitat en
1936-7, cuando la participación de todos, incluyendo a CNT y POUM
en en govern fue el punto de partida del retroceso de la revolución,
debería tenerse en cuenta. Es una pena que lo que están haciendo
desde ICV hasta la CUP no es unidad de acción por una
reivindicación democrática, en realidad están formando parte de
un frente político con Mas. No están explicando que
inevitablemente en algún momento del trayecto se va a apear del
tren y por lo tanto no educan a la clase en que tendrá que coger la
máquina.
En
cuanto a las organizciones obreras españolas, su obligacion como
demócratas es defender el derecho de Catalunya a decidir. Ninguna
lo está haciendo.
El
papel del PSOE es repugnante. Si su filial catalana, el PSC
está enfrascada en una pelea interna mortal sobre este tema, fuera
de Catalunya no tiene dudas. Tanto Rubalcaba como Pedro Sánchez se
han ofrecido una y otra vez a llegar a un pacto con el gobierno más
reaccionario de la “democracia” contra los derechos nacionales
catalanes. El gobierno de Rajoy tenía que esperar al dictamen del
Consejo de Estado para presentar su recurso al Constitucional que
paralice la consulta. El Consejo de Estado, institución de vieja
data monárquica y franquista, está lleno de exministros del PSOE
además de Zapatero, junto con exministros y expresidentes del
gobierno de UCD y PP. La posición del PSOE no se ha diferenciado de
la de éstos últimos. El PSOE, como lo fue siempre, sigue siendo un
pilar del españolismo. IU
habla de “federalismo” pero en realidad su postura es la misma
que la del PSOE. El PCE durante la guerra civil abandonó
toda defensa del derecho a la autodeterminación y adoptó una
variedad de españolismo que no pueden disimular. A Podemos
ni se le oye ni se le espera. Todo lo arreglan con esperar a la
famosa “Asamblea Ciudadana” para la que no paran de discutir
minucias organizativas, pero no existen para los problemas políticos
acuciantes. Total, como hay “casta” a ambos lados del Ebro...
Pero es imposible dejar de pensar que los frecuentes llamados al
“patriotismo” de Pablo Iglesias no tengan que ver con su actual
postura, de apoyo vergonzante al españolismo por inacción.
Las
burocracias de CCOO y UGT
procuran hablar poco. Aunque nadie duda que son españolistas y
monárquicas hasta los tuétanos, hasta ahora han intentado no
desautorizar a sus ramales catalanes que apoyan la consulta.
Mención
aparte merece la CGT. Como en tantas otras ocasiones
anteriores, la ideología “anarcosindialista” significa plegarse
a los prejuicios atrasados. CGT no ha hablado contra la monarquía
más que en el momento en que, con la abdicación, miles salieron a
las calles contra ella. Teniendo en cuenta el peso de los prejuicios
españolistas en la clase obrera española, no es de extrañar que
CGT acabe no haciendo nada, encubriendo su pasividad en frases
“izquierdistas” supuestamente “internacionalistas”.
En
realidad no es una casualidad que el conjunto del movimiento obrero
mantenga un perfil tan bajo en esta crisis. Es que todas las
burocracias obreras saben que esto no es una movilización
cualquiera sino una que afecta las mismas bases del régimen. Por lo
tanto, es una movilización objetivamente revolucionaria,
democrática pero que plantea la necesidad de la revolución
socialista. Y ninguna de estas quiere hacer esta revolución. Para
ello hace falta un nuevo partido, una sección española de la IVª
Internacional reconstruida con presencia en Catalunya. Esa es la
tarea a la que dedicamos nuestros esfuerzos.
Grupo
de Comunistas Internacionalistas, 2
octubre 2014
- Mas: con la consulta no te eches atrás
- ni el gobierno de Madrid ni el Tribunal Constitucional tienen autoridad para despojar a Catalunya de su derecho a decidir.
- Paremos cualquier intervención judicial, policial o militar
- por la unidad de la clase trabajadora de todo el Estado Español en defensa del derecho de Catalunya a decidir su destino.
- Abajo la monarquía centralista, abajo la Constitución que niega los derechos de los pueblos.
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