Tras  el decretazo de recortes a funcionarios y pensionistas, el Gobierno  aprueba la reforma laboral
El  gobierno español finalmente aprobó la reforma laboral, que en  esencia viene a abaratar los costes  laborales: facilitar el despido subvencionando las indemnizaciones y  bonificar los contratos temporales. Este decreto de reforma laboral  da continuidad a la ofensiva que el Gobierno aplica para que la  crisis económica la paguen los trabajadores. Primero fue el recorte  salarial de funcionarios y congelación de las pensiones con el  decretazo de reducción del déficit público, y ya ha anunciado un  tercer decretazo: el “Pensionazo”, para subir la edad de  jubilación y recortar más las pensiones. 
  
Esta  política no es una particularidad española, sino que es común a  todos los países de la Unión Europea, desde la que se impulsa que  todos los países miembros  adopten medidas similares. También son  alentadas por el Fondo Monetario Internacional que, a partir de la  crisis de la deuda pública griega, ha comenzado a intervenir en los  asuntos europeos. En realidad ninguno de los grandes partidos (PP,  CIU, PNV,…) cuestionan esta nueva política económica  gubernamental, porque todos piensan que es necesaria para resolver  la crisis del sistema capitalista, y si no las apoyan en el  parlamento es por meras consideraciones de política electoral.  Todos defienden al Capital y a los banqueros y por eso los subsidian  mientras recortan los derechos de los trabajadores y de los sectores  más pobres de la población. Que  la crisis la paguemos los trabajadores significa que el capitalismo  se reconstruya sobre una derrota histórica de  los trabajadores.
La  débil participación del 8 de junio envalentonó al Gobierno, que  aprovechó para aprobar el decretazo de la reforma laboral.
 Las  exigencias de la Comisión Europea obligaron al Gobierno a aprobar  por la vía urgente el decretazo de reforma laboral, tramitándose  posteriormente en el parlamento para que se le puedan introducir  enmiendas que le permitan recabar el apoyo de otros partidos. Por  ello se limitó a reformar los apartados de despidos, bonificaciones  a la contratación y los cambios de condiciones laborales y de la  cláusula de descuelgue de los convenios, dejando para ese trámite  la reforma de la negociación colectiva. El proceso no ha terminado  todavía, la voz de los  trabajadores no se ha escuchado aún; esta  reforma se puede revertir, obligando al Gobierno a retirarla.  Precisamente para eso las direcciones confederales de CCOO y UGT han  convocado una huelga general para el 29 de septiembre. Pero ¿por  qué, si el Gobierno ha aprobado el 16 de junio el decreto-ley, se  convoca la huelga general para finales de septiembre, tres meses  después? La razón está en las dudas y vacilaciones de los  dirigentes sindicales, sobre todo a partir del fracaso de la huelga  del 8 de junio. En ella, la participación pudo estar entre el 30 y  el 40 %. Las principales razones del fracaso fueron la falta de  confianza en la movilización para tirar atrás el decreto (por la  existencia de un difuso sentimiento de “tener que hacer  sacrificios a favor de los 4,5 millones de parados”, esto es, que  ha calado la propaganda del Gobierno). Pero además otra causa del  fracaso de esta convocatoria fue el odio a CCOO y UGT, no un  sentimiento antiburocrático sino antisindical, que ha sido  auspiciado por la derecha, que ha aprovechado la denuncia de los  muchos liberados sindicales, las subvenciones públicas a los  sindicatos, fenómenos éstos que son ampliamente rechazados por los  trabajadores, para cuestionar la existencia misma de los sindicatos.  Ello ha contribuido a la desmovilización y al fracaso de la huelga.  Actualmente a este discurso, a raíz de la huelga de los  trabajadores del Metro de Madrid, se ha añadido el criminalizar la  acción de los piquetes y pedir garantías del cumplimiento de los  servicios mínimos autoimpuestos por las propias empresas. Esto no  quita responsabilidad a los dirigentes de CCOO y UGT, porque frente  a estas acusaciones su política ha sido la de las concesiones al  Gobierno y la patronal por la vía del “diálogo social”,  mientras disfrutaba de las prebendas que le otorgaban; mientras  aumentaba la desconfianza y el malestar de los trabajadores ante  estas actitudes.
.Ahora  no valen excusas, hay que organizar el 29-S  para hacer retroceder  el plan de ajuste del Gobierno
El  resultado del fracaso de la convocatoria del 8 de junio no es sólo  la pérdida de esa batalla sino también el atraso de la  convocatoria de la huelga general y la desconfianza en la misma.  Salimos a la pelea con un lastre. CCOO y UGT tienen la mayor parte  de la responsabilidad por los años de paz social y por comenzar la  movilización con una huelga corporativa. Pero la agresión a los  trabajadores que supone la reforma laboral es de tal profundidad que  es necesario pasar a la acción y ello sólo es posible mediante una  huelga general, y ésta ya está convocada, para el 29 de  septiembre. Los trabajadores nos jugamos mucho en esta huelga,  porque si ganamos, estaremos más fuertes para seguir haciendo  frente a nuevas medidas del Gobierno, pero si perdemos, significará  el retroceso de la clase obrera de este país más importante desde  el final de la dictadura. Hay que preparar la huelga, no hay excusas  para no hacerlo.   
Hay  sindicatos "alternativos" (como la Coordinadora Sindical  de Madrid, el SU, etc…) que cuestionan esta convocatoria, no por  ella, sino por lo que no se hizo con anterioridad, por la política  de diálogo social que han llevado a cabo las direcciones de CCOO y  UGT y que han determinado toda una serie de pérdidas de derechos  laborales y de retrocesos sociales. Ellos dicen que esa convocatoria  no pretende echar abajo la reforma laboral, sino colocar a estos  dirigentes en mejor situación para continuar su política de  concertación social. Es cierto que una victoria de la huelga  general reforzaría la legitimidad de la burocracia sindical en una  eventual vuelta al diálogo social, pero en circunstancias  distintas, con una clase trabajadora movilizada y que acaba de  derrotar al decretazo. Y en todo caso la intensidad de la agresión  que supone la reforma laboral justifica la necesidad de una  movilización amplia y unitaria y hoy por hoy  los únicos que  tienen capacidad real de convocar una huelga general en España son  CCOO y UGT. Esa su responsabilidad porque para la mayoría de los  trabajadores son su referencia sindical.   
Además,  estos sindicatos alternativos tienen su parte de responsabilidad.  Han ido por el camino fácil, la crítica a CCOO y UGT haciendo  crecer los prejuicios antisindicales, sin dar alternativa,  abandonando el discurso de unidad de clase y levantando entre ellos  una pelea corporativa por sectores y en perspectiva electoral.   
Por  ahora, la CGT, que llevaba dos años reclamando una huelga general,  ha ido levantando una política unitaria. Esta política correcta ha  sido el producto de una encarnizada lucha interna, porque hay  sectores autoproclamativos que tenían posiciones parecidas a las  del "sindicalismo alternativo". De todos modos, mientras  en unas localidades la CGT organizaba cortejos críticos en las  manifestaciones unitarias, en otras lamentablemente se descolgó con  convocatorias separadas. Pero hay una oportunidad nueva: CCOO y UGT  han escrito a CGT pidiéndole convocar conjuntamente la huelga  general. La CGT decidirá el día 8 si lo acepta. Esperamos que lo  haga.
No  debemos lanzarnos a convocatorias minoritarias que separan a los  trabajadores en los centros y hacen recaer la represión sobre los  mejores luchadores. Nuestra tarea  es sostener la movilización de  aquí al 29 de septiembre, huelga general en España y puede que en  otros países europeos. La contundencia y la fuerza de una huelga  general deriva de la unidad de todos los trabajadores, por ello el  peso no lo podemos poner en la crítica a CCOO y UGT ni en su  responsabilidad en la desmovilización, a pesar de la justeza de  esta crítica, sino en el éxito de la huelga y en la unidad de  todos los trabajadores.
Preparemos  la Huelga General en los centros de trabajo y en la calle para que  sea un  éxito
 Para  preparar la huelga general lo primero que hay que hacer es informar  a los trabajadores del contenido de la reforma laboral y de cómo  nos va a afectar, y para ello es necesario convocar asambleas en los  centros de trabajo. Pero no basta con esto, es necesario llegar a  más, organizar la propia huelga desde esas asambleas de centros, no  basta con que las asambleas sean meramente informativas es necesario  que sean resolutivas, esto es, que aprueben las medidas a realizar  para asegurar la huelga en esa empresa.
 Este  conflicto excede de los límites puramente laborales y hay que  llevarlo a la calle. En la jornada del 29 de septiembre tiene que  haber manifestaciones masivas en las calles, y para ello hay que  hacer un llamamiento a participar en ellas a todas las  organizaciones políticas y movimientos sociales para asegurar esa  masividad. Y de la misma forma que sabemos que con el decretazo de  la reforma laboral no finaliza el ataque que el Gobierno emprende  contra los trabajadores de este país, tenemos que dejar claro que  no basta con la jornada del 29-S, sino que hay que elaborar un plan  de lucha que encare esta ofensiva de forma sostenida en el tiempo, y  hay que exigirlo a CCOO y UGT, a CGT y a las organizaciones del  sindicalismo alternativo para que se pongan de acuerdo en  concretarlo y ponerlo en marcha.
El  contenido del Decretazo de la Reforma Laboral
Sobre  los despidos: Nueva  definición de las causas del despido objetivo, con preaviso de 15  días, indemnización por despido objetivo improcedente de 33 días,  el FOGASA abonará 8 días de indemnización en los despidos de  contratos de más de un año.
Sobre  la contratación temporal: Se  prohíbe el encadenamiento de contratos temporales para el mismo o  distinto puesto en la misma empresa o grupo de uno o más contratos  temporales, se amplía a 12 días la indemnización por finalización  de contrato temporal, reformas de los contratos en prácticas y para  la formación, se amplían los supuestos en que se aplica el  contrato de fomento de la contratación indefinida. Se limita a dos  años la duración máxima del contrato de obra y servicio,  pudiéndose ampliar en un año más por convenio colectivo. No se  permite el contrato eventual en actividades estacionales.
Sobre  la flexibilidad dentro de la empresa: nueva  regulación de la modificación sustancial de las condiciones de  trabajo, con posibilidad de imponerla en convenio colectivo, hasta  la vigencia de éste, con 15 días de consultas y arbitraje  obligatorio en caso de discrepancias. Nueva regulación de las  cláusulas de descuelgue, con definición de las causas, un máximo  de inaplicación del convenio hasta la expiración de éste, y  también arbitraje obligatorio en caso de discrepancias. Se impone  el arbitraje obligatorio en los casos de movilidad geográfica.  Medidas de regulación temporal de Empleo: límite de un año,  reposición de las prestaciones por desempleo (180 días), establece  un máximo y un mínimo de reducción de jornada para los ERE  temporales: entre el 10 % y el 70 %.   
Sobre  el empleo:  Admite las agencias de empleo con y sin ánimo de lucro, sólo se  excluye la posibilidad de contratación por ETT a los trabajadores  en sectores de riesgo, por medio de la negociación colectiva.
 
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